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Autoestima Suprema

Adaptado por Jacobo Santín de “The Christian and the Self” de Vincent Cheung

 

INTRODUCCIÓN

Recurso espiritual

Un fuerte sentido del Yo es uno de los recursos más poderosos para tu vida espiritual, es lo que determina si tu espíritu es fuerte o débil. Satanás ha sembrado muchos engaños en esta área de la doctrina cristiana. Ha convencido a los cristianos de que tener un fuerte sentido del Yo, una fuerte autoestima o auto concepto, o si quiera tener un Yo es pecar de arrogancia, egoísmo y egocentrismo. Ha destruido muchas escrituras y las ha volteado contra los creyentes. La mayoría de las enseñanzas cristianas te enseñan a minimizarte, destruirte, y olvidarte de ti mismo, y se supone que eso es espiritual, se supone que esa es la característica del discipulado, pero más bien es la característica principal de las sectas místicas y las religiones orientales.


Satanás ha manipulado a nuestros teólogos para destruir el Yo de los cristianos a lo largo de la historia, y lo ha vuelto ortodoxia; la mentira satánica se ha vuelto doctrina oficial. El mejor método para mantener a los cristianos débiles, enfermos, y falsos. Sin duda ha contribuido a incontables casos de depresión y suicidio, también es responsable de que mucha gente rechace el evangelio, y por tanto, de su condena eterna. Esto es lo que está en juego en esta pelea entre la ortodoxia histórica y la ortodoxia auténtica. Restaurar un sentido agudo y adecuado del Yo es una de las formas más rápidas y poderosas para sanar el alma y traerle poder espiritual a un cristiano. También restablece el evangelio como un mensaje que salva a los que creen, en vez de destruirlos.


Dios y el Yo

Dios es el YO en la forma absoluta. Tiene el sentido absoluto del yo. Así que empezaremos con él cuando consideramos la idea del yo. Dios se reveló a sí mismo a Moisés como “YO SOY EL QUE SOY.” Le preguntamos a alguien “¿Quién eres?” La persona responde, “soy John Smith. Soy de Inglaterra, y soy un programador.” Si la persona dice, “Soy Jane,” probablemente preguntaríamos, “¿De dónde eres? ¿A qué te dedicas?” Y nos diría, “Soy escritora” o “Soy cirujana.” Pero Dios responde, “¿Que quién soy? Soy YO. YO ES YO. YO SOY es… ¡YO SOY. Soy el que soy. Soy lo que soy. Simplemente SOY! Le dijo a Moisés, “Dile esto al pueblo de Israel: YO SOY me ha enviado.”


Dios se presentó como YO. Se identificó consigo mismo, en relación consigo mismo. SOY es SOY. Claro que Dios puede ser conocido por sus acciones y relaciones, y frecuentemente se revela a sí mismo por medio de sus actos y lazos, pero su identidad básica es YO SOY. Él simplemente ES, y esto tiene mucho significado incluso antes de que consideremos sus actos y relaciones. Nadie es así. Ninguna criatura posee una definición y significado intrínsecos, porque el hecho de que se una creación significa que fue concebido y definido por el creador, así que solo puede hallar significado en relación con el que la creó. Una definición centrada en la criatura es una definición imprecisa de la criatura. La definición de la esencia de una cosa creada siempre será una definición creador-céntrica, una definición teocéntrica. En otras palabras, para conocer algo creado de verdad, debemos saber cómo se relaciona con el creador, osea, Dios. Una definición egocéntrica es insuficiente y engañosa. Cuando un ser creado insiste en definirse a sí mismo por sí mismo, lo llamamos pecado, porque a través de esto el ser creado pretende hacerse Dios, y blasfema al Dios verdadero.


Por el otro lado, Dios es eterno e increado. Es sólo en relación a sí mismo, por lo tanto es absoluto. Debe definirse a sí mismo con sí mismo porque él es el que lo define todo, y no hay nada mayor que él por lo cuál él se define. Por lo tanto, para Dios ser teocéntrico y egocéntrico es lo mismo. Esta es una característica única. La criatura que es egocéntrica en el sentido de que se considera el centro de todo, y se define a sí misma y a todo lo demás por sí misma, está muy alejada de la realidad. Porque no es el centro de todo, es una criatura, y solo posee una definición y significado en relación con Dios. Es por eso que el egocentrismo es contrario al teocentrismo, y viene del pecado y la rebelión, y produce más pecado y rebelión, y error doctrinal, corrupción en la sociedad, etc. Pero el egocentrismo no es malo en sí -Dios es egocéntrico, y debe ser egocéntrico, y para él ser egocéntrico es centrarse en lo divino, en lo bueno, en lo digno, y en lo perfecto. El problema no es el egocentrismo en sí, sino que ninguna criatura debe ser egocéntrica en el sentido en el que niega su relación con Dios.


El egocentrismo, o algo como la autoconsciencia o autoconcepto, no es lo mismo que el egoísmo. Dios es el más egocéntrico y consciente de sí mismo que existe, y es bueno que lo sea, porque él es el centro de todo, por medio del cual todo es medido y definido. Aun así, aunque él sea el más egocéntrico, el más consciente de sí mismo, el que se define a sí mismo, es el menos egoísta, el más abnegado. Dios Hijo se humilló a sí mismo cuando se volvió hombre, y la majestad divina se dejó clavar en una cruz como un criminal humano. Lo hizo para conservar su propia justicia mientras salvaba a su pueblo. El egocentrismo no es lo mismo que el egoísmo. Hasta el egocentrismo relativo no es pecado. A veces hablamos del egocentrismo como pecado, porque típicamente nos referimos al egocentrismo que quita a Dios del centro. Eso sí es pecado, y seguiremos hablando de él como pecado. Cualquier cosa que hayamos dicho en otro lugar contra el egocentrismo en este sentido sigue siendo verdad. Pero ahorita estamos discutiendo el tema del yo desde una perspectiva desconocida por las enseñanzas de la tradición humana. Con ‘egocentrismo’ nos referimos a un sentido del Yo o un autoconcepto muy pronunciado, una deliberación intencional en cómo nos relacionamos con Dios, con lo que él dice que somos, a sus mandamientos y promesas, y con otras personas. Este tipo de egocentrismo es adecuado e inevitable. De hecho es el fundamento que necesita la santidad.


También estamos abordando las ideas del autoconcepto y el autoestima. Dios sabe quién es él y define quién es él. No necesita descubrirse a si mismo comparándose o midiéndose con algún estándar externo a si mismo. Él es quién él es. Él es lo que es. El es el más alto, el mejor, el más sabio, amoroso y poderoso. Por lo tanto, tiene el más alto autoestima, el mayor concepto de sí mismo. Tiene el mayor concepto de sí mismo porque tiene el concepto correcto de sí mismo. Satanás ha engañado a los cristianos para que piensen que está mal pensar en nuestra imagen o autoestima. Una persona debe tener un autoconcepto o autoestima, sino no sería un humano funcional. Lo que se necesita es un autoconcepto preciso o un autoestima definido por el estándar correcto.


Jesús y el Yo

Jesús tenía un fuerte sentido del Yo, tenía una definición clara de sí mismo, su identidad como Dios, su identidad como hombre, su identidad como el Dios-hombre, el Mesías. Tenía una perspectiva clara de su relación con el Padre, y la misión que le dio Dios Padre. La Biblia dice, “La Palabra era con Dios, y la Palabra era Dios,” Jesús dijo que así como el Padre tenía vida en sí mismo, el Hijo tiene vida en sí mismo. Jesús sabía que él era Dios, sabía que tenía vida auto-sustentada y auto-existente. La Biblia dice “Él era en el principio con Dios, todo fue hecho por medio de él, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” No era un ser creado, sino que todo lo creado fue creado a través de él. Él sabía todo esto sobre sí mismo.

Él dijo, “Antes de que Abraham fuera, YO SOY,” los judíos lo entendieron perfecto, pero no le creeían, así que quisieron apedrearlo por blasfemia. Jesús sabía que él era Dios, y él decía que era Dios. La gente lo oía decir que era Dios, que tenía vida en sí mismo. Como el YO SOY, podía definirse en referencia a sí mismo. Aún así, siendo el Cristo, también era hombre, y por eso podemos verlo a él para saber como actuar nosotros como hombres. A veces se definía a si mismo relacionado a Dios Padre, a su misión, al plan de salvación, y a su pueblo. Una y otra vez él decía cosas sobre sí mismo.

Él dijo, “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido”… “Yo y el Padre, uno somos,” “El que me ha visto, ha visto al Padre,” “Soy la resurrección y la vida,” “Soy la luz del mundo,” “Soy el buen pastor,” y dijo muchas, muchas otras cosas sobre sí mismo. Para nuestro objetivo en este texto ni siquiera tenemos que fijarnos en lo que dijo, el punto es que dijo muchas cosas específicas sobre sí mismo, era muy consciente de sí mismo, pensaba mucho en sí mismo, hablaba mucho sobre sí mismo; hacía fuertes declaraciones sobre sí mismo.


La gente puede decir “Pero es que él es Jesús,” claro que era Jesús, y por eso debemos seguir su ejemplo cuando es algo que tenemos que imitar. Jesús o no, estaría mal si sus declaraciones sobre sí mismo hubieran sido falsas, pero todo lo que decía era verdad. No te puedes llamar “Dios,” pero también tienes propiedades, si no ni siquiera existirías. ¿Cuáles son algunas declaraciones verdaderas sobre ti? Deberías pensar en eso, y hablar sobre eso.

Jesús tenía una definición y un sentido agudo de sí mismo, y reafirmaba su auto-imagen constantemente, su imagen definida por la Palabra de Dios. Pero cuando le hablaba a Dios sobre su misión, era capaz de decir, “No mi voluntad, sino la tuya.” Así que el egocentrismo de Jesús no era lo mismo que egoísmo o pecaminosidad. Igual que Dios, él era la persona más egocéntrica (centrada en sí misma), pero también la más servicial. Era sin pecado, pero se hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuéramos hechos la justicia de Dios en él. Tenía un auto-concepto fuerte y una auto-imagen precisa, y precisamente por eso podía decir, “No sea mi voluntad, sino la tuya.” Si no era más que una cáscara, no habría sacrificio, no habría una persona para sacrificarse. Precisamente porque tenía un fuerte sentido del Yo es que podía servir la Palabra de Dios conscientemente. El Yo no quita el amor, o la adoración, o ninguna otra cosa. El Yo hace el amor y la adoración posibles, el problema es un Yo malvado, o una definición falsa de uno mismo.


Pablo y el Yo

Pablo tenía un fuerte sentido del Yo. Él se centraba en Dios, toda su vida era sobre Jesucristo, estaba obsesionado con el evangelio, le motivaba hasta la locura salvar a gente con su mensaje, pero hablaba de sí mismo muchísimo, hablaba de sí mismo sin parar. Hacía declaraciones firmes y peculiares sobre sí mismo. Decía que era “Un siervo de Jesucristo,” y “Llamado a ser un apóstol” y “Apartado para el evangelio de Dios.” La humildad no es rebajarte, o perder tu sentido del Yo, sino definirte en relación con Cristo. Mientras más pierdas tu sentido del Yo, menos humilde puedes ser, porque no hay un “yo” que sea humilde. Pablo se llamaba “predicador” y “maestro,” tenía un nivel aterrador de autoridad. Contaba que tenía abundancia de revelaciones. Decía que no estaba avergonzado del evangelio de Cristo. Hablaba tanto de sí mismo que es difícil escoger ejemplos, porque tomando unos nos arriesgamos a dejar de lado otros.


Lee sus epístolas con eso en mente, te darás cuenta de que constantemente expresaba una consciencia de sí mismo, una opinión de sí mismo, un auto-concepto y autoestima tan alto que parece poco realista para cualquier humano común y corriente. A cada rato hablaba de esa consciencia de sí mismo, decía cosas como “Yo pienso esto,” “Yo hice esto,” “Dios hizo esto por mí,” “Esto me sucedió,” hasta “Hice más que ellos,” y así se la pasaba. ¿Acaso no dijo Pablo que no era digno de ser llamado un apóstol? ¡Claro! Pero pasaba más tiempo que nadie insistiendo que él era un apóstol. Era indigno en sí mismo, y lo sabía. Era un apóstol por la gracia de Dios. Él definía su apostolado relacionado a la gracia de Dios, y no con relación a si mismo o sus propios méritos. Es un error común leer frases de auto-desprecio en la Biblia y pensar que esa es toda la historia, cuando en verdad solo desprecian el hombre en sí mismo, pero no al hombre en Cristo.


La tradición religiosa pinta la auto-imagen como un mal inherente, pero ese nunca ha sido el problema, el problema es no tener el punto de referencia correcto, y comprenderte a ti mismo relativo a ese punto de referencia. Dios dijo, “Yo soy el que soy,” el hombre fue creado a imagen de Dios, y como Dios, el hombre también tiene un auto-concepto y una consciencia de sí mismo. Sería antinatural rechazar el Yo y perder el Yo, no pensar en el Yo, no hablar del Yo, hasta destruir y disolver el Yo. Sería algo desastroso, y es la esencia de muchas falsas religiones. Pablo decía muchas cosas grandiosas sobre sí mismo, como Dios él decía “Yo soy el que soy,” pero a diferencia de Dios, él no decía que era autosuficiente, sino que decía “Yo soy el que soy por la gracia de Dios.” Dios se define a sí mismo, Pablo no se define a sí mismo, sino que se define conforme a Dios, o relacionado con Dios, así que dice, “Por la gracia de Dios soy el que soy, y su gracia no ha sido en vano para conmigo, por el contrario, he trabajado más que cualquiera de ellos, pero no yo, sino la gracia de Dios en mí.” ¿Te das cuenta? El concepto que Pablo tenía de sí era muy fuerte, hasta decía que era mejor que otros, pero su imagen de sí mismo estaba entretejida con su imagen de Dios.


Dijo en otro lugar, “He sido crucificado con Cristo, ya no soy yo el que vive, sino que vive Cristo en mí, y lo que vivo en la carne lo vivo por la fe del Hijo de Dios, que me amó y se dio a sí mismo por mí.” Este es uno de los versos más malinterpretados de la Biblia, a veces se le da una interpretación artificialmente virtuosa y mística. Pablo no dijo, “Fui crucificado, ya no existo, ya no hay Pablo, alguien más está escribiendo esta carta.” Obviamente no se refería a algo así. Los cristianos han romantizado tanto su interpretación distorsionada de las enseñanzas Bíblicas que a través de la historia de la iglesia casi nadie ha podido leer este verso en su contexto. Ni siquiera tienes que esperar, inmediatamente después de que Pablo dice “No vivo yo,” dice “La vida que vivo,” él seguía viviendo, su vida permanecía, estaba consciente de sí mismo, de manera que algunas traducciones dicen, “Mi viejo yo ha sido crucificado,” el contexto nos dice que se refería a algo así. El verso anterior dice, “Porque yo por la ley he muerto para la ley, a fin de vivir para Dios,” no se refería a una destrucción del Yo, o una destrucción de su sentido del Yo o de su cuidado de sí mismo, sino que su Yo había sido transformado; su relación con el mundo, la ley, y con Dios había cambiado. No negaba su Yo y vivía miserable para siempre, ni hacía añicos su Yo, más bien, su sentido del Yo se volvía aún más pronunciado.


Pablo se negaba a sí mismo, en el sentido de que su viejo Yo -el Yo que definía todo en relación consigo mismo- era un fracaso y fue crucificado con Cristo. Pablo seguía siendo Pablo. Rechazaba el Yo sin Cristo, y ahora vivía el Yo con Cristo, de eso estaba hablando. Todavía era el Yo quien vivía, pero ya no como antes. El Yo que vivía conforme al Yo, el Yo que pretendía ser Dios, ese fue el que murió. ¿Qué decía de su nueva situación? “Ya no vivo yo, sino Cristo vive en mí.” No dijo, “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive.” No, dijo que Cristo vivía “en mí.” Pablo seguía ahí. No dijo “Cristo vive en este cuerpo por sí mismo -hay puro Cristo en este cuerpo. Ya no existe nadie llamado Pablo.” Si ese fuera el caso, no podríamos decir que Pablo fue salvado, sino que fue destruido. No dijo que Cristo vivía en su cuerpo por sí mismo, sino que dijo, “La vida que vivo en la carne” -¡Yo vivo! “Vivo en la fe del Hijo de Dios.” La tradición religiosa ha romantizado y mistificado una idea simple. Cristo no vivía ahí por sí mismo, sino que Pablo vivía en Cristo. Pablo seguía siendo Pablo, pero había nacido de nuevo. Toda su existencia cambió de rumbo hacia Jesucristo. Ahora su yo es enfocado con mayor énfasis, con una definición más precisa. Se volvió aun más valiente sobre su identidad y propósito que cuando era un incrédulo. Todo esto giraba en torno a Cristo.


FALSO QUEBRANTAMIENTO

Esta es una manera de poner en palabras la experiencia y enseñanza de los cristianos. La enseñanza tradicional que destruye el Yo también destruye esta realidad en Cristo, y el resultado es que la persona ya no vive para Cristo, porque ya no hay un Yo que viva para hacerlo. Lo irónico es que esta misma enseñanza hace que una persona insista mucho con su moralismo y con lo mucho que está viviendo para Cristo, precisamente porque piensa que ha destruido su Yo. Se vuelve muy arrogante con esa falsa humildad. Si lo cuestionas, pelea contigo, pelea con cualquiera que no esté de acuerdo con su enseñanza. Con cara abatida y lenguaje poético te va a decir que está muy “quebrantado” para Cristo, pero si está tan roto, ¿por qué lo sigue presumiendo? Si estuviera quebrantado de veras, ni lo sabríamos; no pensaríamos en que está roto porque ni siquiera pensaríamos en él. ¿Si de verdad está quebrantado, por qué se esfuerza tanto en decirnos qué tan quebrantado está? Todo eso es falso, es una arrogancia religiosa elevadísima que nace de la derrota espiritual y la auto-compasión.


Lo irónico es que esto muestra que su Yo sigue ahí, incluso su Yo pecador y condenado. No apoyo el egoísmo, sino la auto-consciencia y la auto-definición, que son egocentrismo, pero no en el sentido absoluto. Un egocentrismo absoluto es lo que hizo caer a Adán y Eva. Intentaron ser como Dios en todos los sentidos, en un sentido que desechaba a Dios. Solo Dios puede decir “YO SOY el que SOY.” Eso sí es egocentrismo absoluto, un egocentrismo que tiene el Yo como estándar y referencia. Pero el egocentrismo que se renueva a la imagen de Cristo dice, “YO SOY lo que SOY, por la gracia de Dios,” es un egocentrismo solo relativo que considera a Dios como su estándar y referencia, así es como el cristiano “se encuentra a sí mismo,” es cuando el cristiano alcanza la “autorrealización” que los psicólogos buscan en vano. ¿Por qué buscan en vano? Porque buscan una autorrealización absoluta, buscan lo que solo Dios puede tener. Por el otro lado, cuando una persona alcanza la autorrealización correcta (una autorrealización ligada a Dios en Cristo) su perspectiva y su mente sanan y se fortalecen, se vuelve eficaz, concentrado, y lleno de poder.


La persona que peca debe de acercarse a Dios con un espíritu quebrantado y un corazón contrito, pero Satanás ha distorsionado estas expresiones e inspirado a los cristianos a andar en un estado permanente de desorden interior, para que sigan inútiles espiritualmente, en autocompasión y agonía. Cuando una persona se acerca a Dios con humildad genuina, Dios lo perdona y lo restaura a su confianza en Jesús. Si no hay restauración ni confianza, solo nos queda concluir que nunca hubo ni contrición ni arrepentimiento, y esa es la verdad. La doctrina del quebranto espiritual no se está usando para llevar a los pecadores a la justicia de Dios, ni para llevar a los orgullosos a la humildad, sino para permitir que los hipócritas parezcan justos, y que los arrogantes parezcan humildes, y que los que no se arrepienten, los inconversos, y los duros de corazón, parezcan espirituales, la luz del mundo, líderes de hombres. Es puro show religioso. Si de verdad hubieran estado contritos y quebrantados, Dios los hubiera sanado, para que ahora puedan llevar sanidad a otros, con seguridad y gozo, porque Dios habría sanado sus corazones. No hay salvación en una religión que ve el quebrantamiento y contrición como algo que aplaudir nomás porque sí, o como algo que siempre significa santidad y espiritualidad. Una religión que te deja en esa situación no tiene a Dios ni tiene gracia, ni Cristo, ni salvación.


La versión humana del cristianismo no comprende esta simple distinción, que el Yo es válido mientras no sea absoluto, sino que tenga su punto de partida en Cristo; y como no ha entendido eso, ha generado siglos de personas débiles, deprimidas, e hipócritas. Aunque han intentado ahogar el Yo, sigue ahí, porque si uno lo destruyera, no habría más Yo que atacara al Yo. Siempre va a estar ahí, pero si no sabes qué hacer con él, o si lo torturas, lo vas a dejar sin poder y sin propósito, pero ahí va a seguir, agonizando y miserable. Eso ha sido normal para los cristianos durante siglos, tanto que se considera una evidencia de piedad y humildad, pero tú estás creado en la imagen de Dios, has heredado el instinto de decir “YO SOY,” pero como no eres Dios, te iría muy mal si te declaras “YO SOY” igualito que Dios, terminarías corrompido y miserable, ese Yo tiene que morir.


Pero Dios te ha levantado en Cristo, así que ahora puedes decir “YO SOY la justicia de Dios en Cristo. Yo soy sano, estoy justificado, estoy santificado, soy un ganador, tengo un propósito.” Ahí empieza la verdadera felicidad.

Pablo le dijo a los Corintios, “Imítenme a mí, así como yo imito a Cristo, ¿Por qué no le daba pena decir eso? Podrías decir, “Esdeque él era un apóstol,” sí, era un apóstol, pero seguía siendo un hombre ¿No? Claro que fue inspirado para escribir Escritura, pero no reemplaza a las Escrituras, y no escribió para llamar a la gente a la fe en él para salvación. Cuando predicaba como apóstol, no predicaba que él es el que había muerto y había resucitado por el mundo, sino que decía que Jesús había dicho esas cosas, y le ordenaba a la gente que confiaran en Dios para ser salvos. Pero a la hora de hablar sobre su andar con Cristo, no dudaba en decirle a otros que lo imitaran. Era muy importante que pusiera “Como yo imito a Cristo. Su Yo estaba centrado en Cristo, ese era el fundamento de su seguridad y de su confianza, no su apostolado, sino Cristo. Él enseñaba a otros a pensar de la misma manera. Le decía a Timoteo, “Nadie tenga en poco tu juventud” ¿Por qué no dijo, “Nadie tenga en poco a Cristo”? ¿Por qué era tan importante lo que Timoteo pensaba de sí mismo delante de la gente? Era muy importante que él pensara, “Puedo ministrar el evangelio, puedo tener la autoridad en esta situación. No me van a despreciar porque soy joven,” Yo, Yo, Yo. ¿Por qué Pablo dijo eso? Pablo no quería que Timoteo anduviera “quebrantado” con la gente, sino que anduviera confiado, que fuera desafiante frente al desprecio y la oposición. Todo esto tiene sentido a la luz de lo que hemos estado explicando. Los cristianos han torcido lo que la Biblia enseña sobre negarnos a nosotros mismos: debemos negar el viejo Yo, pero abrazar el Yo nuevo recreado a la imagen de Cristo.


Dios cambia la percepción que la gente tiene de sí mismos. Él nunca dice, “No piense sobre ti.” Él insiste en que las personas sigan su ejemplo y piensen sobre sí mismas, solo que deben hacerlo correctamente. Deben pensar sobre sí mismos en relación con él. Una de las enseñanzas más destructivas en la historia de la iglesia es que Dios quiere que la gente piense peor de sí mismas. Esa es una grave distorsión de lo que la Biblia muestra sobre como Dios interactua con los seres humanos. Más bien, Dios llama a la gente a pensar verdaderamente sobre ellos mismos, y eso empieza cuando aprenden a pensar sobre ellos en relación con él. Dios hace que la gente piense mal de ellos mismos cuando están fuera de él, pero hace a la gente pensar mejor sobre ellos mismos cuando están en él. Dios cambia como pensamos de nosotros mismos, y cuando nos vinculamos a él por fe en Jesucristo, el cambio siempre es positivo.


Esta es la respuesta que los psicólogos no han podido encontrar. Parece que la gente es más feliz y tiene mejor desempeño cuando tienen un autoestima positivo, pero los psicólogos no tienen un fundamento para hacer que la gente piense mejor sobre sí mismos, así que ese autoestima se construye con esfuerzo o auto-engaño, se queda suspendido en el aire. El resultado es un Yo distorsionado, narcisismo, infelicidad, y destrucción eterna. La iglesia reacciona a esta teoría del Yo aplicando su antigua falsa doctrina del Yo, que le dice a la gente que no tenga autoestima, o que sea muy bajo. Según esto es bíblico, según es ser humilde, pero la verdad es que esta doctrina de demonios mantiene a la gente débil, arrogante, e hipócrita, hace que rechacen su lugar en Jesucristo.


SOBREHUMANOS


Las promesas

Cuando Dios se revela a una persona, contradice su concepto pesimista de sí mismo. Quizás esa persona tiene un concepto realista, pero cuando Dios establece una relación contigo, te cambia, y tu baja autoestima ya no es correcta. Cuando Gedeón estaba escondido de los enemigos, un ángel apareció y dijo, “El Señor es contigo, hombre poderoso y valiente.” María fue saludada con las palabras, “¡Salve, favorecida, el Señor es contigo! y ella dijo, “De ahora en adelante todas las generaciones me llamarán favorecida,” ¿Narcisismo? ¿Arrogancia? No, ella era bendecida por su relación con Dios, y cuando se reveló su relación con Dios, ella se vio como Dios la veía.


Abram le dijo a Dios, “No me has dado descendencia, un miembro de mi casa será mi heredero,” pero Dios respondió, “Ese hombre no será tu heredero, tú propio hijo será tu heredero.” Después Dios le dijo que mirara al cielo y contara las estrellas, y de hecho le dijo, “No tienes descendientes? No solo tu hijo será tu heredero, sino que tendrás muchos descendientes. Tu legado nunca terminará, nunca serás olvidado.” Todavía no tenía hijos cuando tenía 99 años, Dios se le apareció de nuevo y le dijo, “Yo soy el Dios Todopoderoso, camina delante de mi, y sé perfecto.” Andamos en relación con Dios, caminamos con Dios. Después Dios dijo, “Ya no te llamarás Abram, sino que tu nombre será Abraham, porque te he hecho padre de muchas naciones.” No tenía ni un hijo, pero Dios le dijo que se llamara a si mismo Padre de Naciones. “No te veas a ti mismo como si no tuvieras hijos, vete como un padre, llámate Padre de Naciones.”

Dios le dijo a Jeremías, “Antes de que te formase en el vientre te conocí, y antes de que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.” Dios quería que el hombre pensara eso sobre sí mismo: “Yo soy escogido, yo soy santificado, yo soy un escogido.” No había manera de solo pensar en Dios o dejar de pensar en sí mismo, porque aunque Dios era el que estaba hablando, Dios estaba diciendo algo sobre el hombre. A menos que descartemos la Palabra de Dios, no podemos evitar pensar en el hombre, y desechar la Palabra es lo opuesto a ser teocéntrico. Si nos centramos en Dios, vamos a pensar mucho de lo que dice sobre el hombre. Así que se teocéntrico no significa pensar únicamente en Dios, sino prestarle atención a lo que Dios dice sobre sí mismo y sobre todo lo demás. Jeremías respondió, “Dios, no puedo hablar porque soy muy joven.” Él no dijo que Dios no podía hablar o que Dios era muy joven, dijo que él no podía hablar y que él era muy joven, tenía un bajo auto-concepto ¿Te das cuenta? Lo que respondió no tenía nada que ver con Dios o con lo que Dios había dicho. Ese autoestima débil era egoísta, porque se definía a si mismo consigo mismo, y no por la Palabra de Dios.


Moisés era un hombre quebrantado después de cuidar ovejas durante 40 años en el desierto, pero cuando insistió en que no tenía elocuencia o carisma para hablar, Dios no lo felicitó por su humildad, sino que se enojó. Según el estándar humano de piedad, Jeremías dio una respuesta humilde, pero era una respuesta que desafiaba lo que Dios le había dicho, como si no importara que Dios había dicho, “Yo elijo, yo consagro, yo comisiono.” Su bajo autoestima afectaba su obediencia y ministerio. Mira a Isaías, él clamó, “Ay de mi,” porque se veía como alguien impuro, pero cuando Dios le dijo que había sido purificado y su iniquidad quitada, dijo, “Heme aquí, envíame a mí.”


Cuando Dios establece una relación de fe con una persona, contradice el autoestima débil de la persona, porque esa relación de fe -inevitablemente- transforma a la persona en algo superior. Dios dijo, “No digas que eres muy joven. A quién yo te envíe, tú irás, y lo que te mande decir, tú dirás. No tengas temor de ellos, porque estoy contigo para socorrerte.” Dios no quería que Jeremías pensara que era muy joven, sino que actuara conforme a la Palabra. Dios no quería que Jeremías estuviera asustado de la gente, sino que creyera que tenía la protección de Dios. Dios no dijo, “No digas que eres muy joven, la neta eres muy listo!” sino que dijo, “Eso no importa ¡Porque yo te he mandado! ¡Porque yo te voy a salvar!” Jeremías iba a actuar bajo mandato divino. Ya no importaban las limitantes humanas. Una mente teocéntrica no destruye o sobaja nuestra auto-imagen, sino que cuando hay fe, produce una auto-imagen admirable. El autoconcepto de Jeremías era muy egocéntrico, enfocado en su juventud, su inexperiencia, y esas cosas; estaba definiendo su capacidad consigo mismo, pero Dios quería que definiera su identidad en relación con él, como alguien escogido, consagrado, y santificado. También quería que definiera su capacidad en relación con él, como alguien delegado para ir, mandado a hablar, y protegido por la deidad. Si Jeremías quería ser fiel a su llamado, tendría que pensar mucho en sí mismo, en lo que Dios había dicho sobre su misión e identidad.


Pero dices, “Pero fue Dios el que hizo algo por Abraham ¿No? Isaac vino por medio de un milagro, pero Abraham engendró a Ismael con una mujer que no era infertil, y Dios rechazó al niño. Así que Dios le dijo a Abraham que sería Padre de Naciones, pero Dios es el que hizo que sucediera.” ¡Exactamente! Esto encaja con lo que estamos diciendo. Nuestra auto-imagen es errónea si nos definimos a nosotros mismos, o conforme a algo diferente a Dios. Por el otro lado, tenemos una auto-imagen correcta cuando está definida por una correcta perspectiva de Dios. Nos vemos correctamente cuando nos vemos en Dios. Cuando nos vemos en Cristo, no podemos tener una auto-imagen disminuida, porque eso significaría que tenemos una perspectiva reducida de Dios. Alguien que dice conocer a Dios pero tiene una auto-imagen miserable prueba que, o tiene una muy mala imagen de Dios, o no tiene relación con Dios. Así es como Satanás ha engañado a la gente, quiere que la gente no experimente ninguna diferencia y ningún beneficio incluso si ya han conocido a Dios por medio de Jesucristo.


Aunque Dios fue el que hizo el milagro, él quería que Abraham se viera a sí mismo como más que un hombre sin heredero. Si Dios te promete algo, debes verte a ti mismo con ese algo, si no, estarías negando la promesa. Abraham se volvió el Padre de Naciones gracias a Dios. Dios dijo que el hombre Abraham era eso. Y Dios le dijo a Jeremías que se viera como alguien ordenado a hablar a nombre de Dios. No era demasiado joven. No estaba descalificado, sino que había recibido la autoridad e inspiración de Dios para hablar. Verse como algo diferente o inferior hubiera sido rechazar el mandamiento de Dios.


Empoderado

Nuestro autoconcepto no solo debe de ser positivo, un cristiano debe tener un nivel de autoestima sobrehumano que va más allá de la arrogancia y auto-engaño del hombre. Podemos tener una auto-imagen sobrenatural. Un autoconcepto positivo que se basa en puros deseos y decisiones propias va a decepcionarte, pero el súper concepto de un cristiano está basado en el poder y la promesa divina, hace que pueda salir adelante en la vida con seguridad. Si un hombre se define por sí solo, todavía estaría atado a límites humanos, por más grande que se crea, no va a creer que puede sanar a los enfermos y expulsar demonios, pero el cristiano sí cree que puede hacer eso, y lo hace en el nombre de Jesús. ¿Te queda alguna duda de por qué este autoconcepto es una amenaza para Satanás? Por eso intenta tantas cosas para engañar al pueblo de Dios y que lo rechacen. Ha triunfado en hacer que la iglesia enseñe lo contrario.

Podemos multiplicar los ejemplos de cómo Dios cambió la percepción y el autoestima de la gente cuando estableció una relación de fe con ellos. Ahora que se ha abierto tu mente, te darás cuenta que eso fue lo que pasó con casi todas las personas con las que Dios trató en la Biblia. Quiero dejar claro algo más: Dios no solo cambia como nos vemos a nosotros mismos, sino que también cambia como vemos a otras personas. Abraham se veía a sí mismo como viejo y sin hijos, pero cuando Dios se le apareció, cambió lo que Abraham pensaba de sí mismo, hizo que se percibiera fuerte y vigoroso, padre de naciones enteras. Sara era infertil y vieja también, pero la promesa que Dios le dio a Abraham exigía que cambiara la forma de ver a su esposa también. No era muy vieja, porque Dios haría un milagro. No sería infertil, porque Dios cumpliría su palabra y ella terminaría embarazada, sería Madre de Naciones. De la misma forma, la Palabra de Dios nos permite ver a otras personas -los que tienen una relación con él- con un optimismo sobrenatural. Nos vemos a nosotros mismos como personas perdonadas, liberadas, sanadas, llamadas, y empoderadas a un nivel sobrehumano; también vemos a otros en la fe de la misma forma: gente perdonada, liberada, sanada, llamada, y empoderada. No importa si una persona está quebrada y no tiene educación, si tiene fe en Jesucristo, lo veamos como alguien valioso, útil, hasta como un predicador y hacedor de milagros. Si una persona está enferma, la vemos saludable. Si es pobre, la vemos rica. Cuando veo a alguien en depresión, veo a alguien que puede ser feliz. Cuando veo a alguien atado por el alcoholismo, veo a alguien que puede ser libre y útil, que no está limitado por el potencial humano, ya que vemos el potencial de Dios obrando en él.


Por el otro lado, si una persona no se relaciona con Dios por medio de la fe, no hay forma de que pensemos bien de ella. Si nos forzamos a tener un buen concepto de él, ese concepto no podría ir más allá de las limitaciones humanas innatas. No habría manera de pensar que hace milagros, que tiene el potencial de sanar a los enfermos y caminar sobre el agua. Aun así, por nuestra fe en Dios, vemos a alguien que puede volverse a Cristo y ser transformado y mejorado en todos los sentidos. Cuando tienes una perspectiva antropocéntrica, no solo te harás menos a ti mismo, también harás menos a otros, olvidándote de las posibilidades que tienen en Dios. Jesús dijo que cualquier que creyera en él haría sus mismas obras y aún mayores. Así que cuando veo a alguien que tiene fe en Jesús, veo una persona que puede sanar a los enfermos, expulsar demonios, y levantar a los muertos. Esto no es algo que se puede pensar de cualquier persona, y ni el inconverso más desquiciado tendría una opinión tan elevado de sí mismo o sus semejantes. Pero esto es lo que podemos pensar, o lo que deberíamos pensar, cuando vemos a alguien que cree en Jesucristo. Los cristianos casi nunca piensan así de otros cristianos, porque la imagen que tienen de sí mismos y de otros es antropocéntrica en el sentido absoluto, justo como los inconversos se ven a sí mismos y a los demás. Ser teocéntrico no significa hacernos menos o no pensar en nosotros mismos. ¡Ser teocéntrico no significa que nos comparamos con Dios y nos sentimos inferiores porque perdemos! Las tradiciones religiosas que presumen de su teología “teocéntrica” cometen este error. Es pensamiento antropocentrista en esencia. Más bien, ser Dios-céntricos significa pensar sobre nosotros mismos a la luz de nuestra relación con Dios. Y si nuestra relación con Dios es de fe, su Palabra dice cosas maravillosas sobre nosotros.

La Palabra de Dios corrige nuestro autoconcepto, y edifica nuestro autoestima en Jesucristo. Dios declaró, “Seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.” Esa es la base para la identidad del cristiano: él es nuestro Dios, nosotros su pueblo. No importa lo que estén enfrentando, y no importa qué tema estemos tratando, nunca nos vamos a desviar de esto, o seguir un camino diferente. Él nos pertenece, y nosotros a él. Como dijo Pablo, nada nos puede separar del amor de Dios. Jesús edificó un fuerte sentido del Yo en sus discípulos. Cuando Pedro lo confesó como Cristo, respondió, “Tú eres Pedro. Sobre esta roca construiré mi iglesia.” Él quería que Pedro tuviera una identidad, que supiera, “Tú eres Pedro.” Después Pedro escribiría que todos los creyentes somos “piedras vivientes” que se juntarían para ser la iglesia de Jesucristo. Cuando Jesús mandó a los doce discípulos, les dijo, “Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, y expulsen a los demonios.” Claro que lo harían por el poder de Dios, pero no dijo, “Dios va a sanar a los enfermos, Dios levantará a los muertos,” sino que dijo, “Ustedes harán estas cosas.” Después se dirigió a un grupo aún más grande de discípulos y les hizo promesas aún más fuertes, “Miren, les he dado autoridad sobre todos los poderes del enemigo; pueden caminar entre serpientes y escorpiones y aplastarlos. Nada les hará daño.” No dijo, “Dios tiene autoridad sobre los poderes del enemigo, nada le puede hacer daño,” sino que dijo, “Nada les hará daño,” quería que sus seguidores tuvieran esa seguridad sobre ellos mismos, pero una seguridad fundada en la autoridad de Jesús, eso sí es pensamiento teocéntrico.


Jesús dijo muchas cosas que permitirían a sus discípulos tener seguridad sobre sí mismos -no seguridad en sí mismos, sino seguridad sobre sí mismos, en él. Si somos teocéntricos, vamos a creer lo que Dios dice sobre nosotros aunque lo que vemos o sentimos sea diferente, y cuando tenemos esa fe, la realidad misma va a cambiar para adaptarse a la Palabra de Dios sobre nosotros. Jesús dijo, “Tengan fe en Dios, de cierto les digo, si alguien le dice a este monte que se tire al mar, y no duda en su corazón, sino que cree que lo que dice va a suceder, le será concedido.” Cuando entras en una relación de fe con Dios. puedes ordenar a una montaña que se mueva, y te va a hacer caso. Dios dijo que lo puedes hacer, así que obviamente quiere que pienses que lo puedes hacer. Jesús dijo que la fe del cristiano es “en Dios” pero dentro del contexto de la fe, cuando el cristiano manda a una montaña moverse, cree “que lo que dice va a suceder,” no lo que Dios dice, sino lo que el hombre dice, y lo que el hombre dice es lo que va a tener. Esto es diametralmente opuesto a la ortodoxia cristiana y a la supuesta teología “teocéntrica.” La ortodoxia histórica ha traicionado la Palabra de Dios durante todo ese tiempo. Nunca ha sido teocéntrica.


Omnipotentes

Jesús enseñó que cuando el creyente tiene fe en Dios (que no puede faltar, obviamente) ahora puede tener fe en sí mismo, tanta fe que va a creer que cuando habla, sucede un milagro. Puede creer en sus propias palabras, hasta cuando esas palabras ordenan que pase algo sobrenatural. Gabriel le aseguró a María, “Porque nada es imposible para Dios,” y Jesús dijo, “Lo que para el hombre es imposible, es posible para Dios.” Los cristianos exaltan la omnipotencia de Dios, como deben. Escriben libros sobre eso, lo cantan, debaten con los incrédulos sobre eso, pero se sienten incómodos cuando Jesús dice, “Para el que cree todo es posible.” Ah, todo lo que hemos dicho sobre la omnipotencia de Dios ahora aplica al cristiano, a cualquiera que tenga fe. Con una palabra, Jesús elevó el potencial humano hasta la omnipotencia.


¡¿Qué?! Y lo enseñaba: “De cierto les digo, si tienen fe como una semilla de mostaza, le dirán a esta montaña ‘Muévete de aquí a allá,’ y se moverá, y nada les será imposible.” No dijo, “Nada será imposible para Dios,” ESO YA LO SABEMOS, pero él dijo, “Si tienen fe, nada será imposible para ustedes.” Nada será imposible para el hombre que tiene fe. ¿Eso significa que podemos lograr cosas muy difíciles con nuestro esfuerzo y determinación, con mucho ingenio y perseverancia? Osea, como cuando la gente dice que si crees en ti mismo puedes subir el Everest o ser un CEO. ¿Acaso Jesús se refería a esa “fe” natural tan tonta? No, se refería a algo que ni siquiera requiere esfuerzo, una fe que va mucho más allá de las posibilidades humanas: mover una montaña física, literalmente, nomás hablándole, y de acuerdo al contexto, el poder sacar demonios y sanar a los enfermos. Jesús hablaba de algo espectacular y sobrenatural que puedes hacer con tan solo hablarlo -no con planeación y trabajo intenso- sin ninguna dificultad. Con Dios, el hombre usa la omnipotencia con el simple hecho de hablar con fe. Jesús le asignó omnipotencia al hombre, hablaba del hombre de fe con las mismas frases con las que hablaba de Dios.


¿Por qué Jesús hacía eso? ¿Por qué quería que un hombre que lo sigue tenga ese sentido de control? ¿Por qué quiere que una mujer piense estas cosas sobre sí misma? Podemos dar muchas razones, pero nuestro tema es el Yo. Mira, minimizar o destruir el Yo enferma al espíritu, El Yo sigue ahí, pero cuando alguien hace como que no está, no se santifica ni se vuelve saludable, sino que se vuelve grotesco y torcido. Como la Escritura dice, “No aplastará a la caña más débil, ni apagará una vela que titila,se encargará de que se haga plena justicia a las víctimas a todos los agraviados.” No vino a quebrantar al hombre, vino a sanarlo. Jesús no solo vino a restaurar nuestro concepto de Dios, sino también del hombre. Y ante Dios, cuando un hombre se relaciona a Dios por medio de la fe, ese es el potencial del hombre. Es lo que Dios quiere que pienses sobre ti mismo, pero no podrás hasta que creas. A lo largo de la historia los cristianos le han arrebatado esto a la humanidad, junto con Satanás se han esforzado por robar, matar, y destruir, cuando lo que quiere Jesús es darle una vida abundante al hombre. Han trabajado contra la doctrina de Cristo para destruir el Yo del hombre, en vez de restaurarlo en su propia relación con Dios. Hay que acabar con esta teología demoníaca que envenena a la humanidad.


Jesús dijo que el que tiene fe en él puede hacer las mismas obras que él, y aún mayores. Él predicaba el evangelio, confrontaba a los líderes religiosos e incrédulos, sanaba a los enfermos, exorcizaba demonios, abría los ojos a los ciegos, caminaba sobre el agua, multiplicaba comida, y levantaba a los muertos. Veía visiones y hablaba profecía. Le hablaba a Dios y Dios respondía desde el cielo con voz de trueno. Si nosotros hiciéramos estas cosas, tan solo estaríamos haciendo las mismas obras que él hizo, pero él dijo que nosotros haríamos cosas aún más grandes, no solo en cantidad, sino mayores principalmente en nivel de poder. No podríamos hacer estas cosas sin Dios, pero no hay problema, porque sí tenemos a Dios. Cuando pensamos en nosotros mismos, no pensamos que somos pecadores y fracasados, sino ganadores, embajadores, y hacedores de milagros. Dios quiere que pensemos de nosotros mismos de esa forma.


Jesús también dijo, “Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pedirán lo que quieran, y les será concedido.” Dijo, “Fuera de mi nada podéis hacer.” Las tradiciones religiosas quieren que pensemos que dijo, “Nada podéis hacer.” Sino que dijo, “Fuera de mí nada podéis hacer.” Y dijo, “Si un hombre permanece en mí, y yo en él, dará mucho fruto.” La fe en Cristo es esencial. No podemos pensarnos fuera de él. Pero él no dijo, “Dios dará mucho fruto, Dios tendrá lo que él quiera,” sino que dijo, “Ustedes darán mucho fruto,” y “Ustedes tendrán lo que quieran.” Era muy cuidados para enfatizar el Yo humano en relación con Dios ¿Por qué? El hombre está hecho a imagen de Dios, a la imagen del gran YO SOY, y si el Yo se reprime, se marchita. No se vuelve santo y sacrificial, sino grotesco y pervertido. Eso es lo que vemos en la mayoría de los religiosos, que siguen las tradiciones de los hombres en vez de las enseñanzas de Cristo. Por esta razón, los cristianos a veces son raros y repulsivos, andan tan quebrantados, y después llegan las enseñanzas de la iglesia y los acribillan aún más. Mutilados por la ortodoxia de los hombres. Desfigurados por las enseñanzas satánicas como el cesacionismo y el incredulismo. No se niegan a sí mismos, sino que se mantienen a sí mismos en negación. Son gente infeliz y desagradable, y quieren que te hundas con ellos, a eso le llaman evangelismo. Claro, no todos los cristianos son así, algunos sí tienen fe, son gente hermosa, agradable, vivaz, derraman optimismo de fe en Dios. Vemos las posibilidades de la omnipotencia en ellos. Nuestro objetivo es despertar la gente a la verdad, para que más personas puedan ser así. Mientras la persona exista, el Yo seguirá ahí, y si lo niega, se volverá religioso, y con características satánicas, y después, justo como cuando Ismael acosaba a Isaac, va a perseguir a los que se han encontrado a sí mismos en Cristo, y que se han vuelto seguros y confiados en él.


Jesús dijo, “Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pedirán lo que deseen.” Tú, tú pedirás lo que tú quieras, vas a exigir lo que sea tu voluntad. Para seguir su enseñanza, debes pensar en ti mismo. Si no piensas en ti mismo, entonces sus palabras -las palabras en este verso- no permanecen en ti. Si las palabras de este verso permanecen en ti, pensarás en ti mismo. Pensarás que eres alguien que puede pedir lo que quiera, y que va a obtener lo que quiera. Pensarás que eres alguien que puede pedir tu voluntad en él, y tu voluntad será hecha. Si no piensas así, todavía no has conectado con este verso. Esta no es una confianza que se olvida de Dios o que entroniza al Yo, es una confianza santa que viene de Dios. Es una confianza infundida, sustentada, y empoderada por las palabras de Cristo. Si no piensas de ti mismo de esta forma -Si no piensas que puedas pedir que sea hecha tu voluntad como las ramas piden lo que quieren de la viña- solo puede significar que no estás permaneciendo en él, ni sus palabras en ti. Él dijo que si permaneces en él, pedirás lo desees, pero fuera de él, nada puedes hacer. Así que si no piensas que puedes pedir lo que quieras, o si piensas que no puedes hacer nada, significa que no estás en él, que vives fuera de él, estás aceptando que no tienes a Cristo.


Las doctrinas teocéntricas no aniquilan el yo, sino que restaura el yo a su lugar correcto en relación con Dios. Los pasajes en la Biblia que la tradición humana usa para condenar el amor propio han sido distorsionados. Por ejemplo, Jesús dijo, “Si alguien viene en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue su cruz, y sígame. ¿Acaso no dijo que tenemos que negar al yo? No, sigue leyendo. No dijo lo que la piedad fabricada dice. Él siguió, “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa mía la hallará.” Justo después de que dijo que nos negáramos a nosotros mismos, dijo, “El que pierda su vida por causa mía la hallará.” Jesús quiere que salves tu vida y que halles tu vida. Así que eso no puede significar que uno debe negar su yo absolutamente, o en el sentido que las tradiciones religiosas han enseñado durante siglos. Y seguía, “Porque, ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? O, ¿qué recompensa dará el hombre por su alma?” Hacía énfasis en salvar el yo, en cuanto a el alma de uno. Para decir esto en nuestro contexto, “Debes dejar de definir tu yo consigo mismo, vivir el yo siguiendo el yo. Debes definirte por medio de Cristo, vivir siguiendo a Cristo.”


En otro lugar, Jesús dijo que si un hombre no odia a los miembros de su familia, y su propia vida también, “No puede ser mi discípulo.” La ortodoxia humana ha interpretado esto como una persona se debe de detestar a sí misa para ser su discípulo. Pero Jesús se refería a alguien que vendría a él para convertirse en un discípulo. Debes odiar tu vieja vida, a la que dejas atrás para seguir a Jesús. Esta es la misma enseñanza que discutimos arriba. No dijo que te debes negar a ti mismo y seguirlo, y seguirte negando a ti mismo. ¡No dijo que debes abandonar tu vida inconversa, ser un cristiano, y ahora abandonar tu vida cristiana! Este es el nivel de estupidez que promueve la ortodoxia histórica sobre las doctrinas de discipulado y santificación. Jesús dijo que te niegues a ti mismo, para salvarte a ti mismo. Esa es la razón para negarte a ti mismo en primer lugar -salvarte. No debes negar que el yo ha sido salvado. ¿O acaso piensas que debes odiar a tus nuevos parientes también -osea, tus hermanos y hermanas en Cristo? Si odias tu nueva vida y a tus nuevos amigos, sigues siendo un incrédulo, y nunca empezaste a seguir a Cristo.


Se supone que debes odiar tu vieja vida, o tu vida como un no-cristiano, para dejarlo atrás y seguir a Jesús. Pero después debes de amar tu vida a partir de ahora ¡No puedes odiar tu vida con Jesús! Debes odiar tu vida con Satanás, pero amar tu nueva vida con Cristo. Si sigues odiando tu vida después de seguir a Jesús, eso significaría que odias a Jesús también. Eso es lo que Satanás le pide hacer a la gente, y es lo que la gente ortodoxa religiosa ha apoyado durante siglos -odiar a Jesús. Pero se pueden ir al infierno si se odian tanto, hasta si se odian a sí mismos en Cristo. Si se odian a si mismos en Cristo ¿Acaso están en Cristo para empezar? O nunca han sido salvos, o mienten sobre el odio que sienten contra sí mismos, pero dicen lo que deben decir, o lo que les han enseñado a decir bajo amenaza de la ortodoxia fraudulenta. Yo me amo en Cristo. Soy una nueva creación, nacida de nuevo como la obra maestra de Dios. Amo lo que Dios ha hecho en mí, y lo que está haciendo a través de mí. Amo mi vida nueva en Cristo. Amo el yo que está en Cristo. Dios dijo que me va a perfeccionar en espíritu, alma, y cuerpo. Yo lo creo. Lo amo. No negare nada de eso. Si no estás de acuerdo, entonces no eres un seguidor de Cristo y lo odias, te puedes ir derechito al infierno.


Jesús dijo, “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” No dijo, “Ama tu prójimo en vez de a ti mismo.” La gente religiosa critica a los inconversos por decir “Ámate a ti mismo,” como si fuera la antítesis de las enseñanzas de Cristo. Claro, los inconversos están mal en todo lo que dicen sobre el amor, pero los cristianos no están mejor, solo están más confundidos y son más hipócritas. Ninguno concuerda con Jesús. Es imposible obedecer sus mandamientos de amar a otros sin un fuerte sentido del yo y mucho amor propio. Si te odias a ti mismo, amar a otros como a ti mismo será odiar a otros. Pablo dijo, “El que ama su mujer se ama a sí mismo.” ¿Cómo puedes amar a tu esposa si te odias? Como el autodesprecio descerebrado de los cristianos, el odio propio es una espiritualidad falsa que practican los que han sido inculcados con falsa doctrina o los que se detestan porque nunca han nacido de nuevo por el amor de Dios. ¿Cómo puedes odiar la obra de Dios en ti, a menos que Dios no haya obrado nada en ti? ¿Como puedes odiar la nueva creación, la nueva raza humana que Dios ha predestinado a heredar la eternidad? Yo la amo, soy parte de ella, y amo cada segundo.


Más que hombres

Pablo también le mandaba a los creyentes a que los definiera su fe en Jesús, esto transformaba y mejoraba el Yo a un nivel sobrehumano. El cristiano al que lo define su fe siempre se va a ver como algo más que solo humano. Ya no solo eres un humano cuando todo tu ser ha sido empapado del Espíritu de la deidad. El no-cristiano podrá tener una buena imagen de sí mismo, pero como es un hijo del diablo, un enemigo de Dios, y porque está quebrado por el pecado, esa buena imagen es engañosa. Pero el cristiano tiene a Jesús mismo como el fundamento de su autoestima. Es superior, no por sus propios talentos, buenas obras, u otras cosas, sino porque Dios lo ha hecho superior por gracia, como un regalo. Ahora el cristiano se ve a sí mismo en Cristo, y la Biblia enseña que Dios ha predestinado al creyente para ser conformado a la imagen de Cristo. Su autoconcepto va mucho más allá de lo ilusorio hasta lo sobrenatural, pero esa imagen sobrenatural es realista y centrada en la Palabra de Dios. Es aún más extrema que ninguna ilusión, o que las fantasías e imaginación del hombre, es una realidad para el que cree.

Pablo le dijo a Timoteo que recordara quien era por su fe. Escribió, “Continúa en lo que has aprendido y creído, sabiendo de quién lo aprendiste, y como desde tu infancia has conocido las escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para salvación por fe en Cristo Jesús.” Recuerda quien eres. ¿Quién eres? Eres el que ha aprendido de fuentes confiables, y has creído la verdad. Eres el que ha conocido las Escrituras desde la infancia, y las Escrituras te han dado sabiduría para salvación por fe en Cristo, ese es quién tú eres. También escribió, “Yo te mando que, conforme a las profecías que fueron dadas sobre ti, por ellas luches la buena batalla.” Y escribió, “No descuides el don que tienes, el que te fue dado por medio de profecía cuando los ancianos te impusieron las manos.” Después escribió, “Te recuerdo que avives la llama del don de Dios, que está en ti por mi imposición de manos, pues Dios no nos dio un espíritu de temor, sino de poder, amor, y dominio propio.” No le dijo a Timoteo, “Olvídate de ti mismo, destrúyete, recházate.” Él edificó el Yo de Timoteo, pero lo edificó sobre las revelaciones y operaciones del Espíritu, y no en el potencial humano de Timoteo.


La razón de por qué no encuentras esta enseñanza en la teología cristiana no es porque esté oculta (ya la puedes ver claramente) sino porque la mayoría de creyentes y teólogos están tan desconectados de Cristo, les faltan muchas operaciones del Espíritu, y quieren justificar sus fracasos. Quieren que todos sean tan deficientes como ellos, y tienen miedo de que alguien crea la Palabra de Dios y se vuelva mejor. Quieren ser reconocidos como expertos y líderes, aunque no son dignos ni de ser tapetes para los que tienen fe. Su teología “teocéntrica” en verdad es un hijo bastardo de la incredulidad y el egoísmo. ¡No dejes que te engañen las etiquetas! Si no aceptan las cosas buenas que Dios dice sobre el Yo del hombre en Cristo, su teología es antropo-céntrica, incrédula, demonio-céntrica, y nunca teocéntrica. Usa todos los medios que tengas para exhibir este fraude, para que todo el mundo se ría de ellos, y su falta de fe y de poder. Cuando eso suceda, sus falsas doctrinas y credos ya no van a ser estudiados, y la iglesia y toda la humanidad volverá a las enseñanzas de Jesús, cuyo yugo es fácil, y cuya carga es ligera. Ismael siempre intentaba afectar a Isaac, pero la herencia le pertenecía al hijo de la promesa divina y el poder milagroso, no al hijo del esfuerzo y planeación humana.


Pablo también le hablaba así a grupos de gente, edificándolos en Cristo. Él dijo que los creyentes habían sido hechos “La justicia de Dios en él” Si tu crees en Jesucristo, ya no tienes que seguir avergonzado o tímido ante la presencia de Dios. Eres justo. Eres más justo que los incrédulos. Eres más justo que la mayoría de personas justas en la historia. Eres más justo de lo que es humanamente posible. Tu justicia excede los límites humanos. Justo porque estás enfocado en Dios es que eso te da permiso de pensar así de TI MISMO. Es porque tu justicia proviene de Dios, es la justicia misma del Señor imputada a ti en Cristo. Cuando piensas en qué tan justo eres, no te mides a ti mismo contigo mismo. Aunque estés loco, tu opinión tiene un límite, pero cuando piensas en lo justo que eres, no te usas a ti mismo como referencia, defines qué tan justo eres de acuerdo con qué tan justo es Dios. Su justicia es absoluta, perfecta, y sobrehumana. No solo supera los límites humanos, sino que es mayor que la imaginación humana. La realidad de Dios es mayor que la fantasía humana, y esa realidad es nuestra realidad. Así de justo eres, y Dios quiere que pienses así de ti mismo. No podemos jactarnos, porque esta justicia absoluta viene de Dios como un regalo. Como dice la Palabra, “El que se gloríe, que se gloríe del Señor.”


Cuando te sientes tan justo, nada se puede meter en tu camino. Cuando te sientes tan justo no se te ocurre ninguna razón para que Dios no responda tus oraciones de milagros y éxito. No hay razón para que la enfermedad o un demonio no se largue cuando le ordenes que lo haga. Tienes la justicia de Dios. Así es como Dios se siente sobre sí mismo, y el quiere compartir eso contigo, por medio de Jesucristo. Ese es el poder la justicia de Dios, que nadie ha utilizado durante casi dos mil años.


Por más que la Reforma Protestante estaba duro y dale sobre la justificación por fe, no tenía ni la menor idea de lo que era, ni se acercaba a lo que significaba la justicia de Dios para el cristiano, y para el mundo. La justicia de Dios es aterrorizante para Satanás, pero le va a valer si solo es un principio formal en la teología cristiana, en vez de un poder vivo, y un sentir y confianza justos y sobrenaturales en cada creyente.


La oración eficaz del justo puede mucho, por supuesto, pero vale gorro si nadie se siente justo, o si la justicia es solo un concepto teológico y no una realidad sobrenatural. ¿Qué tenemos en Jesús? Lo que Satanás diga de mí no importa, porque yo estoy enfocado en Dios, y yo pienso en lo justo que Dios es en mi. Ese es mi fundamento para la vida. Cuando Satanás me quiere señalar con su dedito arrugado, lo noqueo con el puño de Dios, después golpeo su cara contra el suelo una y otra vez hasta dejarlo hecho carne molida. ESA es la justicia que tengo en Cristo Jesús.


Pablo usó los hechos sobre qué excelentes y superiores son los cristianos para exhortarlos a la santidad, dijo, “Acaso no saben que son el templo del Espíritu Santo?” Nuestro autoconcepto, autoestima, identidad, autodefinición, nuestro sentido del Yo, o cualquier palabra que queramos utilizar, se caracteriza por el conocimiento de que somos el templo de Dios, acogiendo al Espíritu Santo. Si aprecias el templo de Dios, debes admitir que esta doctrina edifica tu autoestima, porque dice que tú eres ese templo. La religión humana ha tenido tanto éxito que los cristianos tienen miedo de tener un alta autoestima, pero la autoestima no es un concepto malo, y un autoestima alta no es mala por sí sola. Lo que importa es la base de esa autoestima: si se basa en las fantasías humanas, o en arrogancia, o una filosofía falsa, es malvada, pero si está basada en el don de Dios en Cristo, es buena, admirable, y necesaria, a final de cuentas el crédito siempre regresa a Dios.


Pablo también escribio, “¿Acaso no saben que juzgaremos ángeles?” Lo dijo para que los creyentes resolvieran pleitos entre ellos en vez de llevarlos frente a los incrédulos, lo que avergonzaría el nombre de Cristo. Así que debemos de pensar que somos gente que juzgará hasta a los ángeles. Edificar nuestra imagen por medio del evangelio nos permite una santidad consciente e intencional, así como un carácter maduro. Las doctrinas de los hombres y sus tradiciones que te dicen que te denigres no pueden hacerte santo. La Biblia enseña que Cristo se alzó de entre los muertos y después se sentó a la derecha del Padre. Pero Pablo dijo que nosotros estamos sentados con él, estamos sentados a la derecha de Dios. Si todo está bajo sus pies, todo está bajo nuestros pies también. Si alguien niega esto, una de dos: o no cree que Jesús está sentado a la derecha del Padre, o está confesando que no es un seguidor de Jesús, cualquiera de las dos lo convierten en un no-cristiano, que se está yendo derechito al infierno. No tiene derecho a enseñarnos teología. Hay que quitar a estos inútiles de en medio y seguir adelante. La Biblia dice que Cristo ha sido hecho heredero de Dios, va a heredarlo todo, pero Pablo también dice que nosotros somos coherederos con Cristo, así que también vamos a heredarlo todo. Pablo dijo muchas otras cosas para edificar al cristiano, tantas que no puedo incluirlas todas, sería necesario copiar y pegar todas sus cartas. Cuando tomamos esto en cuenta y las leemos, lo vemos por todos lados.

Superioridad

Habiendo tanta palabrería sobre abnegación y humildad en el mundo, la Biblia enfatiza muchísimo lo grandiosos que somos. Sí, capaz que podría hablar de lo grandioso que es Cristo sin que eso signifique algo para nosotros, pero habla a cada rato de lo grandiosos que somos en él. Si la perspectiva tradicional fuera correcta, eso sería muy extraño, pero la perspectiva tradicional es un engaño. La teología de los hombres dice ser teocéntrica, así que se la pasa hablando de lo grande que es Dios y lo pecadores y perdedores que somos nosotros, sin importar si estamos o no en él. Este tipo de piedad condena lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo Jesús. La teología teocéntrica demuestra lo maravilloso que es Dios, el único maravilloso, pero por medio de Jesús también nosotros nos volvemos maravillosos. Somos fuertes, victoriosos, hasta superhumanos en Cristo. Somos más que vencedores en él. No somos grandiosos por nuestra cuenta, o por el mundo, o por nuestro dinero, o nuestra educación, o nuestra raza, o nuestro país o estatus, somos maravillosos por causa de él, y a Dios le glorifica eso. Como dice la Biblia, “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.” Otra traducción dice, “Somos la obra maestra de Dios, nos ha recreado en Cristo Jesús para hacer las cosas buenas que planeó para nosotros hace mucho tiempo.” Soy la obra maestra de Dios. Me creó en Cristo Jesús, conforme al Hijo de Dios. Tú eres la obra maestra de Dios, tienes un destino en Cristo Jesús, predestinado por Dios.


Con esta perspectiva, tenemos que proclamar ese slogan que la teología tradicional detesta tanto, “Dios tiene un gran plan para tu vida.” Claro que mucha gente no se atreve a decir eso, no tienen fe en Dios, y sus vidas probablemente terminarán siendo un fracaso y un desastre, llenas de enfermedad y tragedias, y van a echarle la culpa a la soberanía de Dios. Negándose a asumir la responsabilidad, van a echarle la bolita a Dios, y pensar que eso es teología teocéntrica. Es el colmo de la maldad, y de la ortodoxia.


Por supuesto, no hay un plan maravilloso para tu vida, sin Cristo, aunque lo tuvieras, no resultaría en nada. Si tienes fe en Dios, es otra historia completamente. Dios mismo, con su soberana bondad y determinación, tiene un plan maravilloso para tu vida, mucho mejor de lo que podrías diseñar para ti mismo. Conforme caminas en la fe de Jesús, este plan se desarrolla y se vuelve una realidad. Esta es la teología teocéntrica, y la verdadera piedad.

Juan hablaba de espíritus inmundos y falsos profetas. Le decía a los cristianos, “Ustedes son de Dios y los han vencido, porque el que está en ustedes es más grande que el que está en el mundo.” Esto no solo les generaba confianza en Dios, sino también en ellos. El gran Dios no está ahí nomás, siendo grandioso solito, sino que este gran Dios está en ti, es grande por medio de ti. Juan impulsa nuestro autoestima, lo edifica enganchándolo con el poder total de Dios. Una mentalidad teocéntrica no quita el Yo, porque si somos humanos, siempre habrá un Yo. y ese Yo será nuestro centro de consciencia. Una mentalidad teocéntrica es la que se define conforme a Dios. Siempre habrá un YO, pero para el cristiano ya no es YO y solo YO, sino YO con Dios, YO con Cristo. Dios no está allá afuera atendiendo sus asuntos y ganando sus peleas mientras nosotros sufrimos derrota y humillación. Dios está en nosotros, haciendo que ganemos junto con él, esa es su voluntad. Así es como se glorifica.


Juan continuó: “Todo el que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios. Todo el que es nacido de Dios vence al mundo. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” ¿Quién es un vencedor en este mundo? ¿Quién vence al mal con bien? ¿Quién queda por encima? Yo, yo, yo. Yo soy el que tiene fe, yo venzo, yo gano, yo quedo por encima. El que está en mi es superior al que está en el mundo, así que YO soy superior al mundo. Dios está dentro de MI. No solo hablamos de lo grande que es Dios, no solo hablamos de como otras personas son grandes, estamos hablando de MI, y Dios está en MI. Si crees en Jesús, Dios está en ti. Si tienes fe, eres vencedor, conquistas, eres superior. Mírate a ti mismo de esa forma, esa debe ser tu autoestima y tu autoconcepto.


Santiago escribió: “La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará.” Dijo esto como una indicación a todos los creyentes y a todas las iglesias. Se supone que eso debe de ser parte del día a día de los creyentes, no algo que esté fuera de nuestro alcance. Cuando añadió, “La oración eficaz del justo puede mucho,” se estaba refiriendo a los creyentes, estaba hablando de ti. Tienes que pensar, “Yo soy justo, mi oración puede mucho, mi palabra de fe y mi oración de fe puede sanar a los enfermos. Dios hará un milagro cuando me aparezca.” Santiago seguía, “Elías era un hombre con pasiones semejantes a las nuestras,” usó al profeta de milagros como una ilustración, y en vez de decir que nunca podremos ser como él, dijo que Elías era como nosotros. No es una añoranza, no es ver al futuro lejano, el ejemplo de Elías nos aplica ahora. Santiago dijo que Elías oró, y la lluvia dejó de caer durante tres años y medio; oró de nuevo, y empezó a llover. La oración de Elías era eficaz y poderosa, podía controlar la naturaleza.

No tienes que esforzarte para ser como Elías, para que tu oración tenga un poquito de poder. Este Elías que mangoneaba al clima era justo como tu. Si eres un seguidor de Jesús, eres una persona justa, tu oración puede mucho, TÚ. Esa es la imagen que la Escritura nos inculca, que somos gente sobrenatural gracias a Jesús.

No seríamos nada sin Jesús, pero sí estamos con Jesús. Estamos unidos a Cristo para siempre por la fe, somos seres sobrehumanos en él. Estás infundido con deidad por el Espíritu Santo, obvio, solamente si has recibido el bautismo del Espíritu Santo después de creer en Cristo. Si tienes una opinión inferior de ti mismo, estás rechazando el evangelio.


PIEDAD SATÁNICA

Una falsa humildad es una de las armas preferidas de Satanás para mantener a los cristianos débiles, llenos de incredulidad, e incapaces de recibir de parte de Dios. Es un ataque muy eficaz, porque cuando esa piedad fraudulenta se convierte en todo un ideal, los cristianos pelean contra Dios para defenderlo. Cuando pasan varias generaciones así, el engaño se vuelve ortodoxia histórica, y la ortodoxia auténtica se vuelve herejía. La máquina religiosa se reproduce a sí misma, el diablo ni siquiera se tiene que esforzar. Los cristianos parecen un montón de animales enjaulados, que tienen que pisar entre ellos para intentar salir, mientras los otros los jalan de vuelta. ¿Qué hacemos si vemos la luz de Jesucristo más allá de las paredes de la ortodoxia tradicional? Si estamos atrapados en piedad o humildad falsa, y si estamos atrapados con doctrinas de hombres como la mayoría de los que dicen seguir a Cristo, ¿Qué debemos hacer? Es sencillo, sube, pisa a los falsos, aplasta a los teólogos, patea a sus seguidores, rasga sus sistemas y credos, haz una escalera con los cadáveres si es necesario. Sal a la libertad que Jesús te ha comprado con su sangre. Y si están dispuestos, rescata a los sobrevivientes del engaño religioso, pero si no están dispuestos, déjalos morir ahí. Muchos prefieren pudrirse en el hoyo infernal de Satanás que correr libremente en los campos de Cristo.


La humildad antropocéntrica es universal. Cuando los cristianos hablan de humildad, normalmente se refieren a este tipo. No se basa en entendimiento, sino que exalta el auto-desprecio como algo digno de mérito por sí mismo, es por eso que son tan arrogantes, y si dejas de seguir su ejemplo, si dejas de pisotear la sangre de Cristo como ellos, dicen que tú eres el arrogante. La humildad Cristo-céntrica edifica nuestro autoestima en Jesucristo. Cuando tenemos esa imagen adecuada y sana, ya no nos tropezamos, ya no nos obstaculizamos a nosotros mismos. Dejamos atrás las tontas obsesiones que las ideas humanas tienen, y por primera vez nos volvemos eficaces en la fe, el amor, y en ser una fuerza para el evangelio. Jesús te llamó a ser la sal de la tierra y la luz del mundo. Si no quisiera que pensaras que eres esas cosas, no lo hubiera dicho. Él quería que pensaras así. Cuando admites que eres la sal de la tierra y la luz del mundo, es más probable que actúes como tal.


Ni siquiera las personas más arrogantes del mundo se atreverían a decir que son embajadores del cielo, hijos del Todopoderoso, templos del Espíritu Santo, sentados a la derecha del Altísimo, elegidos para juzgar ángeles, con todo bajo sus pies, llevando un nombre que domina los tres mundos, capaces de sanar a los enfermos, mandar a los demonios, recibir visiones y sueños, y profetizar las palabras de Dios. Pero nosotros decimos todo eso sobre nosotros, ese es nuestro autoconcepto. Esa es la estima que nos tenemos a nosotros mismos.


El evangelio no nos llama a destruir el Yo, o disolver en Dios, sin a hacerlo más agudo, fortalecerlo, y ponerlo en su debida relación con y sometido a Dios. La raíz del pecado no es tener un Yo fuerte, sino definir tu Yo conforme a las cosas equivocadas, como tu dinero, tu género, tu raza, tu país, tu ocupación, tu estatus social, o tú mismo. La exaltación propia que se basa en el Yo es arrogancia, pero la denigración propia que también se basa en el Yo se considera humildad. Eso es un engaño, ambas son pecado, las dos son arrogancia. Y no está mal tener una alta autoestima, pero depende en qué está fundamentada. Puedes decir, “Puedo hacer esto porque soy el mejor,” o puedes decir, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece,” no dices “Yo soy Dios, todo lo puedo,” tampoco dices, “Él es Dios, así que puede hacer lo que sea,” sino que dices, “Puedo hacer lo que sea, porque Dios me permite hacer lo que sea.” Como dijo David, “Con mi Dios puedo correr contra una tropa, con mi Dios puedo saltar un muro.” Dios no es el que salta, eres tú el que salta, pero lo haces con su habilidad.


Satanás ha oprimido a los cristianos haciéndolos pensar que el Yo es malvado, sobre todo si es vivaz y positivo. Estás hecho a la imagen de YO SOY, y vas a tener un sentido del Yo de todas formas, hagas lo que hagas. La diferencia es que si lo ignoras, ese Yo se volverá torcido, lo va a definir el mundo, lo van a moldear las circunstancias.


La mayoría de las enseñanzas cristianas intentan erosionar un sano sentido del Yo, y no edificarlo con la Palabra de Dios. Hacen que la gente se sienta cada vez más derrotada y llena de dudas, mientras piensan que son muy humildes. Se vuelven más farisáicos e hipócritas en esa debilidad, y como son tan legalistas, van a defender su debilidad e incredulidad, hasta lo van a escribir en sus credos y documentos para convertirlo en algo permanente, que se preservará durante siglos.


VALOR Y BUENA TEOLOGÍA

Hay otras palabras que se empalman con lo que queremos decir. Deberíamos pensar sobre ellas de la misma forma. Un ejemplo es el valor que nos damos, algo muy parecido al autoconcepto o autoestima. Es cierto que los cristianos nos debemos de oponer a teorías no-cristianas sobre amor propio, autoestima, y esas cosas. Los religiosos se quejan de que esas ideas se han metido en la predicación moderna, pero enseñan una versión de esas cosas que es aún peor. Algunas personas piensan que la idea del valor propio es mala, o si tenemos que pensar en eso, nuestro valor es poquito. Eso es justo lo que el diablo quiere. Porque Dios tiene el más grande valor de sí mismo que puede haber, tiene valor infinito, amor propio infinito, o cualquier otro término que queramos utilizar.

El hombre no tiene valor en sí mismo, su valor lo asigna Dios con lo que le dice, con cómo Dios lo trata, lo que hace por él y lo que le da. Dios tiene valor por quien es, el hombre tiene valor por quién Dios dice que es. El valor del hombre no es intrínseco, sino asignado y derivado. Y ese valor puede ser extremadamente alto, dependiendo de lo que Dios dice sobre el hombre.


Jesús dijo que los pajarillos parecían insignificantes, pero que ninguno de ellos podía caer a tierra sin la voluntad del Padre, después dijo, “No teman, ustedes valen más que muchos pajarillos.” Estaba enfrentando temas relacionados con la escatología y la misiología, entre otras cosas. Él enseñaba sobre teología y carácter basado en el valor del hombre ¿Acaso eso es antropocéntrico? No, Jesús desafiaba a la gente religiosa, y decía que si cualquiera de sus ovejas caía en un hoyo durante el sábado, iría a sacarla, entonces razonó, “¡El hombre es mucho más valioso que una oveja!” Así que establecía normas para temas tan polémicos e importantes como el sabbath basándose en el valor del hombre. ¿Acaso lo vas a acusar de ser antropocéntrico?


Jesús dijo que las aves no siembran, ni cosechan, ni recogen, pero el Padre las alimenta, y después dijo, “¿Acaso ustedes no son más valiosos que ellas?” ¿Cuál es el problema cuando nos preocupamos por cosas como el dinero, la comida, o la ropa? Él dijo, “¡Ay, hombres de poca fe!” Osea que argumentó partiendo del valor del ser humano para que tuvieran fe en Dios.Si un predicador de la tele usara la misma lógica, lo tacharían de antropocéntrico, carismático, hereje de sanidad y prosperidad. Esa gente también acusaría a Jesús, pero porque siempre han sido tradición-céntricos, osea, enfocados en el hombre.

Jesús apeló al valor humano para establecer doctrina, decidir normas, y aumentar la fe. Si yo aplico la misma teología de Jesús, tengo que pensar, “Dios considera la vida de cada pájaro, ni uno cae a tierra sin su voluntad. Yo soy más valioso que muchos pájaros, así que cuando confieso a Jesús como Señor delante de mucho gente, no temeré lo que el hombre me pueda hacer, sino que temeré a Dios, que puede destruir tanto el cuerpo como el alma en el infierno, incluyendo los cuerpos y almas de los que estén contra mí. Reconoceré a Jesús delante de los hombres, y Jesús me reconocerá delante de Dios.”


Tendría que pensar, “Dios no me creó para el sábado, sino que creó el sábado para mí. Dios no reduce mi valor, sino que me da un valor alto. Este valor es mucho mayor que las tradiciones religiosas de los hombres. Valgo más que las doctrinas y credos humanos. Por tanto, tengo la libertad de recibir los regalos de Dios cualquier día de la semana, incluyendo el sábado. Tengo la libertad de hacer buenas obras cada día de la semana, incluyendo los dones de Dios a otras personas, como milagros de sanidad.”


Tendría que pensar, “Dios alimenta a las aves que no hacen nada más que divertirse y volar, y yo valgo mucho más que las aves, por lo tanto, tengo fe de que Dios me prospera y me protege, no me voy a preocupar por dinero, comida, o ropa. Tengo fe por MI, mi valor, mi importancia. Este es el valor que Dios me ha asignado, y no dejaré que esa gente religiosa inútil y sus credos y sus instituciones me quiten esa seguridad. Los condenaré al infierno antes de permitirles que me quiten una sola cosa de lo que me pertenece en Cristo. Se pueden quemar en el infierno, pero por Cristo yo viviré en el cielo mientras camino la tierra.”


Esas son las cosas que Jesús quiere que yo piense, este es el razonamiento que quiere que yo tenga. ¿Acaso eso significa que Jesús era antropo-céntrico? ¿Que quería agradarle a la gente? ¿Era falso predicador accesible para los curiosos, diciéndoles lo que querían oír? Para nada, el problema es que los cristianos que creen tener una teología muy centrada en Dios no tienen idea de lo que significa ser teocéntricos de verdad. Si Jesús de verdad era un maestro verdadero, significa que que una teología centrada en Dios no te pide destruir tu Yo, sino que lo catapulta -tu amor propio, tu autoestima, tu valor, todo- a nuevas alturas, que superan la imaginación de los hombres.

Esta no es la ortodoxia histórica, la fraudulenta, que mantiene a los hombres en derrota e incredulidad, y en atadura demoníaca.

Yo te presento la ortodoxia auténtica, que lleva a los hombres al gozo y triunfo en Jesucristo.

 
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