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Comunión con la Iglesia Local

Fragmento de "Comunholatria: um manifesto pelo individualismo cristão" de Oliver Amorim, traducción de Jacobo Santín 

 

La sinagoga de Satanás te dirá que necesitas estar en comunión con una iglesia para estar en comunión con Jesús. Es al revés: todo el que está en comunión con Jesús necesariamente está en comunión con la iglesia verdadera, con los elegidos de Dios de todos los tiempos y lugares del mundo. No dejes que nadie te engañe. Si estás en Cristo, la pregunta no es si estás "en comunión" con una iglesia local, sino más bien si la iglesia local está en comunión contigo, como consecuencia de estar en Cristo primero. El paradigma tiene que cambiar. Primero es cada individuo en Cristo, después está la congregación de esos individuos.


Por eso no tiene sentido decir que es necesario estar en "plena comunión" con una iglesia local para participar en la comunión. Si estás en comunión con Cristo, estás -por definición- en comunión con todas las iglesias locales verdaderas del planeta y de toda la historia. Tampoco tiene sentido decir que la comunión de los santos es un "medio de gracia." No es un medio, es la gracia. Es el resultado de lo que Cristo hizo por nosotros. Repito, la comunión no es socialización. Cuando la socialización se hace de cierta forma, hace visible la comunión, pero la comunión existe independientemente de la socialización.


El Cristiano necesita evaluar que tipo de comunión le están poniendo delante. Si es una comunión cuyo eje y punto de encuentro es la Trinidad, la Palabra de Dios, el poder de Dios, teniendo a Jesús como el mediador suficiente para cada individuo, entonces sí es comunión bíblica, y se conserva mientras cada individuo esté ligado a la Cabeza. Si por otro lado la comunión que oyes de los púlpitos está anclada a un consejo de presbíteros, la adhesión a una denominación, la reverencia incondicional a una tradición, la lealtad litúrgica a una iglesia local, o la mera participación social con otros hombres, se trata de una torre de Babel con colores cristianos, del espíritu Babilónico que encarnaba la vieja Jerusalén, cuyo destino es ser aplastado por el cetro de hierro del Cordero y lanzado al lago de fuego para siempre.



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