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Consejería para Ganadores: Segunda Parte

Adaptado por Jacobo Santín de “More Counsel for Winners” de Vincent Cheung

 

“Esto responde el Señor: ‘Si regresas a mí te restauré para que puedas continuar sirviéndome. Si hablas palabras beneficiosas en vez de palabras despreciables, serás mi vocero. Tienes que influir en ellos; ¡No dejes que ellos influyan en ti!'” (Jeremías 15:19)

 

Dios llamó a Jeremías a hablar por él. El mensaje no era placentero, sus propios compatriotas serían llevados cautivos, y muchos serían asesinados, toda su nación sería arruinada. El profeta explicaba que el Señor había decidido castigarlos, y ya era muy tarde para arrepentimiento u oración. Para someterse a la voluntad de Dios y reducir las bajas, tenían que rendirse ante sus enemigos y cumplir su tiempo en exilio. Este mensaje hizo que tacharan a Jeremías de traidor, aunque en esa época no había nadie tan fiel como él.

El mensaje no solo le dolía a Jeremías, sino que las consecuencias contra él eran difíciles de sobrellevar, así que se quejó contra Dios en el capítulo 12. Pero en vez de darle lo que nosotros llamaríamos una respuesta compasiva, Dios le respondió que se volviera más fuerte, porque vendrían tiempos aún más complicados. Pero en el capítulo 15 Jeremías lo hizo de nuevo, diciendo, “¿Por qué, entonces, continúa mi sufrimiento? ¿Por qué es incurable mi herida? Tu ayuda parece tan incierta como el arroyo estacional, como un manantial que se ha secado.” (verso 18)


Este contexto es importante, para que no pensemos que el profeta era un debilucho, que se doblaba como una ramita en el viento. No, era un ejemplo de poder espiritual y valentía moral, un tipo del Señor Jesús (Mateo 16:14). Hablando de privilegios, hasta el menor cristiano es superior a él, pero si se trata de la calidad de servicio hacia el Señor, Jeremías valía más que quinientos mil, no, quinientos millones, de los que tan ingenuamente llamamos “cristianos” hoy en día. Esto no significa que él tuviera una excusa, sino que lo menciono para probar que nuestros fracasos son demostraciones catastróficas de debilidad, egoísmo, e incompetencia.


Como sea, es evidente que Jeremías se enfrentaba a muchísima oposición y peligro. En medio de la angustia, clamó de nuevo. Pero parece que Dios no estaba familiarizado con nuestras técnicas de consejería, o más bien, no quería engendrar perdedores espirituales como nosotros lo hacemos, así que en vez de ser indulgente con el profeta sufriente, lo reprendió: “Si regresas a mí te restauré para que puedas continuar sirviéndome. Si hablas palabras beneficiosas en vez de palabras despreciables, serás mi vocero.” (Verso 19) Dios ni siquiera respondió directamente a sus quejas, solo le dijo inmediatamente que se arrepintiera y dejara de hablar tonterías.

Los que conocen mi ministerio desde hace mucho deberían sentirse cómodos con esto. Incluso cuando era un predicador adolescente, mi consejería hacía que adultos que me doblaban o triplicaban la edad se pusieran a llorar, a moco tendido. Mis palabras eran tan graves que sus problemas parecían insignificantes en comparación, pero cuando escuchaban, no regresaban a una actitud pasiva de tener que aguantar sin fin, sino que peleaban y superaban sus problemas. Este tipo de consejería no siempre es apropiada, sobre todo cuando aconsejas a fracasados que nunca serán nada en el reino de Dios, a veces basta con evitar que se suiciden. No es chiste, estoy siendo franco. Esta no siempre es la mejor manera de aconsejar, pero no siempre está mal tampoco.


Si Dios le dijo a Jeremías que se arrepintiera, ¿Cuánto más desprecia que lloriquees por nimiedades? Como lo dijimos en la primera parte, es común oír que es entendible tener dudas, enojo, o hasta resentimiento contra Dios, y que cuando lo tenemos, podemos expresarlas libremente. Los que enseñan esta horrible doctrina sacan ejemplos de los profetas y de los Salmos, pero no ven que todos esos casos están marcados por la desaprobación de Dios y el arrepentimiento del que se queja. Es como cuando Dios registró el pecado de David con Betsabé en la Biblia, no te lo cuenta para que también cometas homicidio y adulterio, sino para que no lo hagas, y te des cuenta de las muertes y tragedias que Dios le trajo a la familia de David por sus pecados.


Los que apoyan estas oraciones quejumbrosas le enseñan al pueblo de Dios a blasfemar. Deberían ser confrontados y llamados a arrepentirse por enseñarle rebelión a los santos. Son fracasados, y quieren que seas un fracasado como ellos. No los escuches, no blasfemes. Cuando se levanten pensamientos opresivos, no los conserves. Arrepiéntete del sentimiento de insatisfacción. Confróntalos y destrúyelos con la verdad y la razón. No hables contra el Señor, sino estudia las respuestas que ya te ha dado en la Biblia.


Las doctrinas cristianas, acompañadas por el Espíritu Santo, convierten a debiluchos en hombres y mujeres fuertes. Pablo escribió “Sean fuertes en el Señor y en su gran poder.” Los que dan rienda suelta al victimismo y amargura traicionan este legado. Entramos a la vida cristiana por medio de la cruz, pero Cristo se alzó de entre los muertos después de su sufrimiento, después de la cruz hubo gloria. Después del sufrimiento, hay victoria. Somos más que vencedores en Cristo Jesús, y podemos tener una probadita del poder del cielo aquí en la tierra, si tan solo tenemos fe.

 

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