De Oliver Amorim, a través de Ministèrio Poder e Liberdade, traducción por Jacobo Santín
Ah, el carro.
El carro es la principal mascota de la propaganda anti-prosperidad, el personaje más icónico de la caricatura.
“¡Dios nunca prometió darte un auto!”
“¡No vengas a Jesús para que te dé un carro!”
De todas las personas que he oído decir eso ninguna anda en camión, ni en bicicleta, ni a pata, todas tienen un auto, a veces más de uno. Si están tan en contra de recurrir a Dios para conseguir carros ¿De dónde sacaron los suyos? ¿Con sus propias fuerzas y habilidades, sin la ayuda de Dios? ¿Un regalito del rey de Sodoma? ¿Un pacto con el diablo quizás?
Las gran mayoría de neopentecostales no tienen recursos para comprar autos ni andar en Uber. Tienen vidas muy complicadas, tener un carro se las facilitaría. Les traería comodidad y practicidad, hasta seguridad. Además, si los carros son algo tan superficial, y el pueblo anti-prosperidad es tan desapegado ¿Por qué no donan sus coches a esos hermanitos pobres? Pero no lo hacen, claro que no, porque sus carros son importantes para ellos, quieren conservarlos. Lo que no les importa es Dios y su palabra.
Si ellos no pueden soltar sus carros, lo mínimo que pueden hacer es orar con los hermanos humildes para que Dios oiga su clamor. Podrían usar todo su conocimiento teológico para afirmar la fe y esperanza de esos neopentecostales y que así puedan recibir buenos regalos del Padre. Eso valdría mil veces más que el discursito de todos-somos-hermanos. Pero en vez de eso, ridiculizan y condenan, modificando la Biblia para justificarse a sí mismos.
¡Alabado sea el Dios de los carros!