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La Oración de Fe

Adaptado por Jacobo Santín de “The Prayer of Faith” de Vincent Cheung

 

“¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.” (Santiago 5:13-16a)


Debemos vivir toda nuestra vida en relación con Dios y reconocerlo en todas las cosas. Si una persona sufre o está en problemas, no debe hundirse en el miedo y la auto-compasión, o depender únicamente de recursos humanos para salvarse, sino que debe de dirigir su mente hacia Dios, y orar por ayuda y salvación. Tampoco hay que olvidarnos de Dios cuando estamos felices y cómodos, más bien, debemos darle gracias y cantarle canciones de alabanza.


Así que si un hombre está enfermo, debe llamar a un doctor rápidamente ¿Qué? ¿Santiago no dice eso? Oh, dice que debe llamar a los ancianos de la iglesia para que oren. ¿Acaso se refiere a que oren para que el hombre aguante la enfermedad “para la gloria de Dios”? Oh, él dice que oren para que el hombre reciba sanidad para que el Señor lo levante. ¿Tu seminario te enseña esto? ¿Tu iglesia lo permite siquiera?


Si alguien difiere con Santiago, o si junta excusas para enseñar algo distinto -incluso algo contrario – ¿Acaso es porque Santiago era defectuoso y anticuado, o es más bien porque ese alguien está enseñando rebeldía contra el creador? Y si no puedo orar cuando sufro o estoy en problemas ¿Por qué todavía debo de alabar cuando estoy feliz? Santiago no hace ninguna distinción dispensacional en medio de este pasaje.


El fundador del movimiento de consejería cristiana se queja de que los cristianos son incongruentes cuando se trata de resolver problemas espirituales o psicológicos. Dicen que creen en la suficiencia de Cristo y las Escrituras, por lo menos intentan ser congruentes cuando se trata de nuestra justificación delante de Dios, así que dicen que somos hechos justos en Jesucristo por medio del regalo de la fe, sin nuestras obras ni méritos. Pero estos mismos cristianos buscan la ayuda de terapeutas y psicólogos que aconsejan con base en teorías y métodos anti-cristianos, para resolver problemas como el miedo, la ira, la depresión, adicciones, pecados, hábitos destructivos, y conflictos maritales. Él insiste correctamente en que las Escrituras son suficientes para guiarnos en estos temas.

Pero cuando se trata de padecimientos físicos, o problemas psicológicos que surgen de defectos físicos, como un desequilibrio químico, de la nada parece que el poder de Cristo solo alcanza mientras el asunto no toque el ámbito corpóreo. En el instante en el que se sospecha que hay alguna causa física para el síntoma psicológico, se les manda con un especialista. ¿Qué, Jesucristo solo es bueno para el alma pero inútil para el cuerpo? ¿Qué es más fácil, decir “Tus pecados son perdonados” o decir, “Levántate y anda”? Pero el Hijo del Hombre tiene poder para hacer ambos.


Para añadirle hipocresía a la incredulidad, este teólogo, este académico, este defensor de la suficiencia y consejería bíblica escribe como parte de una tradición teológica que enfatiza el dominio de Dios sobre todo en la vida. Debemos de considerar al cuerpo tan santo, tan integral para el ser humano, como el alma; pero mientras Dios regenera el espíritu y lo carga con poder divino, deja el cuerpo a los doctores inconversos. Confiamos en Dios para ser perdonados, y para nuestro bienestar psicológico, pero confiar en él para sanidad es el colmo de la imprudencia, y enseñar a orar para sanidad física es darle falsa esperanza a la gente. ¿Qué doctrina tan extraña es esta? Santiago no la reconoce. No proviene de fe sino de incredulidad, y del Diablo.


Hay argumentos que recurren a la situación de esa época. Que si la atención médica era pobre, cara, y peligrosa, y vinculada al paganismo. Pero esto no es fundamentalmente distinto a la situación contemporánea. ¿Cuánta gente recibe buena atención médica, hasta en países occidentales avanzados? Incluso si piensas que tus doctores tienen el poder mismo de Dios ¿Qué hay de las millones de personas que viven en otras países? La verdad es que hasta en el tuyo la atención médica también es cara y peligrosa, y los doctores son evolucionistas. La situación no ha cambiado tanto como los teólogos quisieran creer. Pero supongamos que sí ha mejorado mucho, lo más perturbador sigue ahí, y es que estos teólogos quieren convencerte de que Dios siempre es el último recurso, sin importar que haya una enseñanza bíblica explícita sobre buscarlo primero. ¿Cómo explicamos esta mentalidad tan desconcertante? Incredulidad.


Todo esto no es para prohibir la medicina. Ya he hablado de esto antes (no hay condena -llama a un doctor, o cincuenta si quieres, pero no te sientas un héroe de la fe cuando lo hagas, y no digas que tu recuperación fue un milagro), no repetiré todo aquí, solo diré que he refutado la idea de que el aceite de unción significa combinar oración con medicina (Si alguien insiste en combinarlos basándose en este pasaje, puede dejar que los ancianos de la iglesia hagan la cirugía, o dejar de fingir y admitir que quiere sostener una idea alterna sin importar qué, cambiando lo que quiere cambiar, pero alegando que tiene base bíblica). Más bien, insisto en que a menos que haya un argumento bíblico infalible para hacer algo diferente, no hay razón para abrogar un mandamiento claro de las Escrituras, que significa que los líderes de la iglesia deben orar en fe para la sanidad de la gente. Ninguna maniobra redentivo-histórica puede hacer que este texto signifique lo contrario de lo que dice. O lo crees y lo obedeces, o no.


Respecto al método, aunque Santiago dice que los ancianos deben ungir a los enfermos con aceite, se entiende que esa no es la única manera. Sí es una forma, y una forma aceptable, y debe ser acatada cuando uno pone su atención en este pasaje. Pero la Escritura nos enseña que la sanidad se puede efectuar por la imposición de manos, y por oración o una orden sin contacto físico. Hay mucho poder y libertad en Cristo.


Lo esencial es la fe. Es fácil hacer un rezo de duda e incredulidad en el que uno no cree nada, no espera nada, no pide nada, y no recibe nada. Pero no hay que estancarnos en lo que es natural para el viejo hombre pecador. No seamos solo oidores de la Palabra, engañándonos a nosotros mismos, sino seamos hacedores de la Palabra también. Vivamos toda la vida en relación con Dios y reconozcámoslo en todas las cosas, incluyendo la salud de nuestros cuerpos. Y si llamamos o no a los doctores, cuando no podemos orar con fe, o cuando nuestra oración no nos trae sanidad, reconozcamos nuestro fracaso y pidamos gracia en vez de seguir engañándonos. Claro que conocemos la soberanía de Dios, pero la Biblia nunca usa esto para justificar la incredulidad. Lo peor que podemos hacer es excusarnos condenando a Santiago a la irrelevancia.

Serie Certeza

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