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¿Le apostarías tu salvación?

Adaptado por Jacobo Santín de “Would You Stake Your Salvation on it?” de Vincent Cheung

 

Hay críticos que atacan a los que usan un “testimonio interno” para discernir la voluntad de Dios. Estos críticos dicen que debemos leer la Palabra de Dios para conocer su voluntad, y no hacerle caso a una sensación o un presentimiento; pero ellos son los mismos que interpretan los síntomas de una enfermedad como la voluntad de Dios, sin tomar en cuenta lo que la Biblia dice sobre el tema. Hay personas que atacan a los que intentan discernir la voluntad de Dios espiritualmente, que captan señales en su espíritu que confirmen la Palabra, pero son los que pretenden discernir la voluntad de Dios físicamente, que se rinden ante los síntomas de una enfermedad aunque eso contradiga las Escrituras. Defienden esa forma de razonar como si fuera ortodoxia antigua, pero es hipocresía religiosa de primera.


Solo porque algo sucede no significa que sea la ”voluntad de Dios” (en el sentido que estamos tratando aquí).

Por ejemplo: Jesús le dijo a Pedro que caminara sobre el agua, y Pedro tuvo éxito al principio, pero cuando vio el viento, tuvo miedo y se empezó a hundir. Jesús no le dijo: “Esto debe ser la voluntad de Dios, húndete y muere,” al contrario, lo alzó, pero lo reprendió por su incredulidad. Le había dicho a Pedro que caminara sobre el agua, que experimentara el milagro, le dio su palabra, así que cuando el milagro falló, Jesús no invocó la voluntad de Dios para explicarlo, más bien lo atribuyó a la falta de fe.


No hay que permitir que las circunstancias nos dicten lo que es la voluntad de Dios para decidir cómo actuar; Las Escrituras deben enseñarnos cuál es la voluntad de Dios, y debemos actuar en consecuencia. Pedro tenía la Palabra de Dios para caminar sobre el agua, no tenía excusa para hundirse, debió haber pensado, “Jesús me dio su palabra, así que su voluntad es que yo camine sobre el agua, me niego a hundirme, voy a actuar conforme a lo que me dijo y vivir este milagro.” De igual forma, si tenemos las palabras de Dios sobre sanidad del cuerpo, no tenemos pretexto para estar enfermos. No seamos como los charlatanes religiosos, nunca te fijes en tus emociones o circunstancias como si fueran revelación divina.


Tener síntomas de una enfermedad no nos dice nada sobre “la voluntad de Dios.” ¿Dónde quedan las palabras de Dios? ¿Qué nos dicen? Si nos dicen, “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores,” si dicen, “Pondrán las manos sobre los enfermos y se mejorarán,” si dicen, “El que perdona todos tus pecados, y sana todas tus enfermedades,” y dicen, “Envió su Palabra y los sanó,” y un montón de cosas así, levántate y sé sano, esa es la voluntad de Dios. No te escondas detrás de “lo que Dios quiera” cuando el problema es tu falta de fe.


Las oraciones sin respuesta tampoco son una señal de la voluntad de Dios. Los discípulos no podían expulsar al demonio de un chico. ¿Dios quería que el chico sufriera? No, Jesús terminó sacando al demonio, y después reprendió a sus discípulos por su incredulidad. Estas no son malas noticias, son muy buenas noticias, significa que si Dios dice que puedes tener algo, lo puedes tener. Hasta si no lo recibes después de pedirlo en oración, no tienes que aceptar eso como la voluntad de Dios. Consigue más fe, regresa otra vez y recibe lo que quieres.


El hombre incrédulo dice, “Estoy sufriendo, y como esto me está pasando, seguramente es la voluntad de Dios para mí, así que voy a aceptarlo y aprender a vivir con esto, la Biblia promete sanidad, pero Dios es soberano, así que aunque Dios está contradiciendo su propia promesa, debo someterme a esta situación como si fuera su voluntad sin importar lo que la Palabra me dice que crea o haga al respecto.”


Por otro lado, el hombre de fe dice: “Estoy sufriendo esto pero Dios me promete algo diferente en su Palabra, y como esto que estoy pasando contradice lo que Dios dice que puedo tener, me niego a aceptarlo como voluntad de Dios, así que voy a confrontarlo y destruirlo. Dios es soberano, y si me ha escogido para salvación por medio de Jesucristo, también me ha dado fe en su Palabra. Si Dios me ha escogido, puedo creer lo que la Escritura me dice sobre sanidad milagrosa; me fijaré en su Palabra y no en los síntomas de la enfermedad. Veré la Palabra de Dios como la voluntad de Dios, en vez de a las circunstancias. No seré alguien que no conoce a Dios ni a su Palabra.”


Respecto a Abraham, la Biblia dice, “Sin debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto que tenía como cien años, y también la esterilidad de la matriz de Sara.” Estaba consciente de su condición física, estaba enterado de los síntomas, pero también sabía que Dios había dicho algo sobre eso: “Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo.” Aceptar su situación natural no era humildad u obediencia, hubiera sido titubear con incredulidad. En vez de eso se fijó en la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios decía que él tendría un hijo; le dio “gloria a Dios,” sí, pero no lo hizo repitiendo estúpidamente esa frasecita como algunas personas, ni aceptando su situación como si fuera providencia divina, por el contrario, rechazó la realidad porque Dios había dicho algo al respecto.

Dios ha dicho muchas cosas sobre nosotros, sobre nuestra salud, nuestro dinero, nuestras relaciones, nuestros ministerios, sobre milagros, sobre profecías, y sobre muchas cosas más. ¿Interpretamos los síntomas de enfermedad como revelaciones de lo que Dios quiere para nosotros? ¿O nos aferramos a sus promesas de sanidad como la verdadera revelación sobre su voluntad para nosotros? ¿Vemos nuestras circunstancias actuales como revelaciones extra-bíblicas de “la voluntad de Dios,” o aceptamos la revelación Bíblica vigente para saber lo que Dios quiere?


La Biblia nos explica la fe de Abraham, una fe que no hacía caso a las circunstancias y que creía en la Palabra de Dios. Nos dice “Le fue contada por justicia,” y en el mismo lugar dice la Biblia, “Así que él es el padre de los que creen (…) a fin de que la justicia también se les tome en cuenta a ellos (…) sino que también siguen los pasos de la fe que tenía nuestro padre Abraham.” Abraham es nuestro ejemplo de fe, los que siguen sus pasos son salvos. Este tipo de fe es la manera de que se nos tome en cuenta la justicia. Él creyó en la promesa de Dios en contra de su condición física, fue justificado por creer en sanidad. Claro, fue justificado por creer en Dios, y por eso creyó lo que Dios le había dicho sobre sanidad. Dios también nos ha dicho cosas sobre sanidad, incluso más de lo que le dijo a Abraham. ¿Creemos? Este tipo de fe nos es contada por justicia, pero si no tenemos la misma fe ¿Qué nos dice eso?


Los falsos maestros dicen que la Biblia es la voluntad de Dios, no las manifestaciones. Son unos mentirosos, rechazan las manifestaciones sobrenaturales, incluso las que son Bíblicas, pero aceptan las manifestaciones naturales como voluntad de Dios. Permiten que sus pensamientos y sus vidas sean dirigidas por lo que les sucede, en vez de hacerlo por la Palabra de Dios. ¿Acaso no debemos concluir varias cosas sobre ellos? ¿Nos queda alternativa?


Supongamos que un hombre comete un pecado y dice que eso fue lo que Dios quiso, y sigue en ese mal camino, aunque la Biblia le dice que está equivocado y le señala cómo actuar. Está rechazando a Jesús. Pero ese hombre dice que lo que pasó fue voluntad de Dios, y continúa rechazando a Cristo, aunque la Biblia le repite que lo que hace está muy mal. ¿Cómo llamarías a esa persona? Claro que reconoceríamos la soberanía divina, y diríamos que todo ha sucedido tal cual el Señor lo ha decretado, hasta la incredulidad de ese hombre, pero no diríamos que ese hombre es un santo, al contrario, lo llamaríamos un réprobo (Romanos 1:28) destinado al infierno, ha rechazado la Palabra, y su pretexto de la “soberanía de Dios” es la excusa de un depravado. Ese hombre técnicamente tiene razón -en el sentido metafísico- pero eso no lo va a salvar ¿O sí? Su apelación a la soberanía divina es únicamente la explicación ontológica de su perdición. Puede describir su depravación de una forma teológicamente correcta, pero eso no le quita lo perdido.


Ahora supón tú que un hombre está enfermo, y dice que eso es lo que Dios quiere para él, y sigue esa mentalidad, aunque la Biblia le indica que está equivocado y le dice qué debe hacer. O se opone a recibir sanidad por fe en Jesucristo, y enseña que las enfermedades vienen por voluntad de Dios, aunque la biblia le dice lo que debe creer y lo que debe enseñar en vez de eso. Las Escrituras le ordenan que reciba sanidad por fe, y que el Padre será glorificado cuando reciba lo que pide en el nombre de Jesús, pero este hombre hace lo contrario, exalta la enfermedad y dice que es voluntad de Dios, y le dice a todo mundo que está sufriendo “por la gloria de Dios.” Recurrir a un principio ontológico que explica su incredulidad no lo va a exentar, al contrario, lo condena más, porque está apelando a su propia reprobación para intentar explicarse. Si al primer hombre lo consideramos un perdido, ¿cómo le llamamos al segundo? ¿Un valiente peregrino? ¿Un teólogo excepcional? ¿O mejor aceptamos la conclusión más obvia? Ya, hay que dejar de engañarnos a nosotros mismos.

 

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