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Pasos de Fe

Por Jacobo Santín


 

Fe y Obras

Es muy común escuchar a predicadores, incluso los que enseñan doctrinas de fe, decir que nada nos va a caer del cielo, que las cosas no van a suceder nomás porque las pidamos a Dios, sino que debemos de dar pasos de fe, hacer algo que nos lleve al cumplimiento de las promesas de Dios o la respuesta a nuestra oración. Un pastor lo comparó con usar Uber Eats: pides tu comida y llega a la puerta de tu casa mientras ves Netflix, pero las promesas de Dios requieren que actúes para recibirlas.


Esta enseñanza es correcta en un sentido, pero como toda doctrina, se puede torcer para darle cabida a la incredulidad.


Estoy de acuerdo en que recibir las promesas de Dios requiere fe; si tú dudas, no puedes esperar recibir nada de Dios (Santiago 1), y en ocasiones las promesas de Dios exigen que hagas algo. La fe actúa junto con las obras y es perfeccionada por ellas, dice Santiago 2:22.


Por ejemplo, si de verdad crees que honrar a tu padre y a tu madre te dará una larga vida (Efesios 6:2), y tú quieres vivir mucho, vas a honrar y obedecer a tus padres. Ahí está tu acción de fe.


Si de verdad crees que Dios te va a vengar (Romanos 12:19), no vas a pagarle mal con mal a quien te hizo algo, sino que encomendarás la causa a Dios, igual que Jesús. (1 Pedro 2:23) Esa es tu acción de fe.


Si el Espíritu Santo te dice que te acerques a alguien, como le dijo a Felipe que se acercara al Eunuco Etíope en Hechos 8:28, y de verdad crees (tienes fe) de que fue el Espíritu, vas a ir a donde te mandó. Esa será tu acción de fe.


Si tienes plena convicción (osea, fe, sin dudas) de que Dios sana cuando tú impones las manos a alguien, vas a ir confiadamente a poner las manos sobre los enfermos. Esa será tu acción de fe.


Podemos resumir todo diciendo que obedecer los mandamientos de Jesús es tu acción de fe, porque demuestra que le crees a Dios y sus promesas.


Pero ojo, puede ser que tu acción de fe sea nomás pedirle a Dios que algo pase, sin que necesariamente tengas que hacer nada.


Cae del Cielo

En Mateo 17 llegaron los romanos a cobrarle impuestos a Pedro, Jesús le dio una enseñanza a Simón, ¿y después qué pasó?


Jesús lo mandó a pescar, Pedro fue y cuando le abrió la boca al pez, ahí estaban las monedas.


No le dijo que le echara más ganas en el trabajo, o que si ahorraba un mes iba a poder juntar el dinero para pagar, no le dijo que se pusiera a hacer un presupuesto o que contratara a un contador para identificar sus gastos hormiga. Mucha gente le hubiera aconsejado eso a Pedro, le hubieran dicho que esos son pasos de fe, y que no le iban a caer las monedas del cielo.


Pero aunque no le cayeron del cielo, se le aparecieron en la boca de un pescado. Simplemente tuvo que echar el anzuelo y en un instante su problema estaba resuelto.

¿Qué pasó con la multiplicación de los peces y panes? Lo mismo, hacía falta muchísima comida, pero en vez de que Jesús le dijera a la gente que trajeran más lonche a la próxima, o que construyeran una panadería más cerca, como 'pasos de fe', simplemente pidió que un niño trajera lo que tenía, y lo multiplicó frente a sus ojos, miles de veces, una y otra vez, hasta que las sobras llenaban varias canastas.


Los predicadores dicen, “Es que no es magia, no oras por algo y de pronto aparece,” no, no es magia, claro que no, es el poder de Dios, el que con solo su palabra creó el mundo (Hebreos 11).


Cuando Josué iba a conquistar Jericó, y las murallas se interponían, el Señor les dijo que marcharan alrededor y gritaran al terminar; cuando lo hicieron, el muro se derrumbó y pudieron conquistar. No les dijo, “Mira, haz un acto de fe y construye una catapulta, da un paso de fe y construye una torre de asedio, y en tres meses se van a rendir. Léete El Arte de la Guerra y aplícalo al pie de la letra.” Para nada, les dio una indicación sencilla, aunque poco común, y les otorgó una victoria rápida que les hubiera tomado años sin el poder de Dios.


Cuando Samaria pasaba un hambre impresionante, en 2 Reyes 7, Dios prometió que al día siguiente los precios bajarían dramáticamente, pero no dio ninguna orden, no le pidió hacer nada a nadie, solo lo prometió. Después le provocó una ilusión auditiva al ejército atacante e hizo que huyera, dejando todo atrás. Unos leprosos salieron de la ciudad, y se dieron cuenta de lo que había pasado, acto seguido, se desató la abundancia sobre la ciudad. No hubo un paso de fe, Dios hizo todo, la gente solo tenía que salir a tomar lo que quisiera. Eso sí, el oficial que se atrevió a cuestionar si el milagro era posible fue maldito y Dios lo mató haciendo que lo atropellara el pueblo cuando salían corriendo por el botín.


Hay ejemplos para el tema del noviazgo y el matrimonio también: fíjate, Adán se durmió, despertó, y ya tenía esposa, fin. Vale la pena mencionarlo porque es un tema donde a veces se recetan listas verdaderamente neuróticas de “pasos de fe” que no sirven de nada y dejan a la gente en ridículo, dan la impresión de que Dios no quiere que los tímidos e introvertidos sean felices, pero bajo mi doctrina él está dispuesto a unir a la gente, sin importar las circunstancias o personalidades, siempre que haya fe al momento de pedirlo y obediencia al vivirlo. La fe es la clave.


Para rematar, recordemos el caso de la higuera en Marcos 11: Jesús vio que no tenía higos, y la maldijo, regresaron al día siguiente y estaba bien tiesa. Jesús no dio un paso de fe y cortó la higuera con unas tijeras, no la envenenó, o buscó a alguien que le vendiera insectos que se la comieran, no, solo lo dijo (con plena convicción de que iba a obedecer) y sucedió. Ese fue su paso de fe, y fue suficiente.


Aunque parezca magia, es el poder de Dios honrando la fe. La magia es una copia barata. Dios aparece cosas, Dios transforma cosas, Dios hace que las cosas pasen, Dios es sobrenatural, Dios hace caer cosas del cielo, Dios hace milagros, y todo es posible para el que cree.


Cuando Pedro le señaló que la higuera se había secado, Jesús no le dijo, “Oye, agüas, Pedro, Dios no hace magia, eh. Esto no va a pasar siempre, no te emociones”. Todo lo contrario, le dijo, “Tengan fe en Dios, ciertamente les digo que cualquiera que le diga a este monte, ‘Quítate y arrójate al mar,’ y no dude en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido.” Jesús le dijo que si tenían fe en Dios, y creían plenamente que lo que decían iba a pasar, iba a pasar.


"Todo lo que pidan en oración, creyendo, lo van a recibir", tu acción de fe es pedir, creyendo. Listo.


Pero ahí está el detalle, creer, tener fe, pedir creyendo, ahí la puerca tuerce el rabo, esa es la condición en la que fallamos muy seguido.


Sinceridad

Para lograr estos resultados, necesitas tener fe cuando oras, tener plena convicción de las promesas y la Palabra de Dios. Y si te la pasas oyendo gente que te dice que no se puede y se burla de esa idea, nunca vas a desarrollar tu fe, sencillo, por eso la gran mayoría de cristianos no tienen posibilidad de experimentar esas cosas, y tienen que conformarse pensando que están dando “pasos de fe” hacia sus objetivos cuando la verdad es que están resolviendo sus problemas por mano propia.


Si somos sinceros, no tenemos la seguridad de que Dios hará lo que dijo, o que nos ha escuchado cuando oramos, o el pecado en nuestras vidas nos hace sentir que Dios no nos va a ayudar por X o Y razón (y no lo arreglamos), en pocas palabras, no tenemos fe, pero lo maquillamos diciendo que vamos a “dar pasos de fe” cuando en verdad vamos a hacer todo lo que se nos ocurra. Hacemos lo que nuestra preparación nos dice, pero qué mala suerte si no tienes estudios; o hacemos lo que nuestra experiencia nos indica, así que ya valiste gorro si eres un novato; en fin, dependemos de nuestras fuerzas para tener lo que queremos, ¿y dónde quedó Dios? ¿A qué hora nos va a ayudar? ¿Qué diferencia va a hacer?


Por eso, casualmente, la mayoría de nuestros testimonios (sino es que todos) son bien naturales: “Estudié durante 6 meses para un examen sin dormir, me metí a diez sesiones de regularización con un profesor especializado que me costaron cinco mil pesos en total, y gloria a Dios, pasé con 7,” pus’ gloria a Dios porque tienes la juventud para aguantar tanto sin descansar y que tienes el dinero para las asesorías -hubiera sido un milagro que no pasaras- pero lo especial hubiera sido que estudiaras con calma, durmiendo bien, te ahorraras las clases, y hubieras pasado con 10; o que no tuvieras tiempo para estudiar, ni dinero que gastar, y aprobaras igual.


Date cuenta de la proporción de éxito en los ejemplos bíblicos: un niño trae pan y pescado, se alimenta a miles; Pedro pesca un solo pez, y se pagan los impuestos de dos personas; Moisés mantiene sus manos en alto, un ejército es derrotado; Josué habla y el sistema solar se detiene. Un mínimo de esfuerzo humano acompañado de una cantidad enorme de resultados divinos, pero nosotros lo vivimos al revés: hacemos mucho, cosechamos lo mínimo, y lo llamamos milagro. No estoy en contra de atribuirle a Dios hasta nuestros más pequeños gozos, debemos tener gratitud logremos mucho o poco, pero no hay que caer en la complacencia.


Me recuerda al ejemplo de Abraham y Sara. Dios les prometió un hijo, no les pidió nada más que andar delante de él, obedecerlo y tenerlo por único Dios, (como cuando Jesús nos dice que permanezcamos en él y sus palabras en nosotros, y todo nos será concedido, osea, que seamos discípulos, se supone que ya lo estas cumpliendo) pero una vez un predicador muy gráfico dijo que el patriarca tuvo que actuar, que la pareja no se quedó sentada esperando a que se materializara el bebé, y estoy de acuerdo, no había razón para saltarse el acto natural, pero haz la comparación: los pasos de fe que te inculcan a ti siempre son sacrificiales y dolorosos; mientras tú nomás plantas la semilla de tu cartera, Abraham "siembra" de forma agradable y cosecha una descendencia. Tú siembras un peso de menos y parece que lo demás no sirvió de nada, pero Abraham siembra donde no debe y hasta de esa tierra Dios cosecha una nación (Ismael).


En la vida espiritual hay una regla que siempre debes seguir: no engañarte a ti mismo. Pero los cristianos se engañan a sí mismos diario. En vez de aceptar que les falta fe y que la vida que tienen es mediocre comparada con la que Dios quiere para ellos, prefieren justificarse con que “Dios no quiere esto, Dios no hace tal, la fe no es magia, no te va a caer del cielo”, etc. Hasta que ya no sienten esa inquietud, se quitan esas ganas de algo más, y se vuelven parte del montón.


Por eso digo que para progresar en la fe debemos querer ser excepcionales, porque ser normales está muy muy gacho, y tener esta fe aunque sea en 1 de cada 100 oraciones ya es una gran, gran hazaña. También necesitamos ser excepcionales porque los círculos cristianos tienden a ser una cubeta de cangrejos, no solo está difícil subir, te van a querer bajar, y deberás tener la valentía de decir, “No, yo voy a ser mejor, síganme los que quieren lograr más”.


Otra verdad de los pasos de fe es que hay gente que no los da -no porque sean desobedientes o cobardes- sino porque Dios no les ha indicado ni pedido nada, y los pasos de fe que se sienten obligados a dar son más bien las opiniones de sus familiares, líderes, o ministros; o sugestiones propias, osea, especulación y sentimientos. Claro que vas a tener muchas dudas para hacer algo peligroso si no hay ni base bíblica ni revelación específica que te asegure el resultado. Nadie tiembla de miedo si está seguro de que lo que hace va a salir bien; las ansias y el temor vienen de la duda. A veces nos atrevemos, no por fe, sino porque ya hicimos cálculos, y vemos que el fracaso no nos dolerá tanto si no pasa lo que oramos; o quizás vale más quedar bien con nuestros lideres por haberlo intentado, pero ni una ni otra es certeza de lo que se espera o convicción, sino un análisis costo-beneficio, y en el peor de los casos, un asunto de probabilidad. En resumen, no des pasos de fe inventados, pueden ser un paso en falso. Tu paso de fe debe fluir naturalmente de la convicción en tu interior, basada en la Palabra, sin autoengaños o hacerte el valiente para probar algo, no debe ser forzado.


Repito, no algo forzado.


Por eso mucha gente que busca sanidad deja de tomar medicina y fallece, no hay fe que respalde su acción, solo presunción. No creen que Dios los ha sanado, están en incertidumbre, muriéndose de miedo, pero toman el riesgo como un “paso de fe” y terminan tentando a Dios, como los Israelitas cuando -después de ser advertidos de que el Señor no iría con ellos- intentaron conquistar la tierra y perdieron.


Habrá quien alegue “Pero la fe no es garantía, vivir por fe también es incertidumbre”, no, para nada, la fe es “certeza de lo que se espera, convicción de lo que no se ve”, certeza, no incertidumbre; convicción, no duda; por eso muchos cristianos no maduran, no tienen seguridad de nada, solo hablan ambigüedades, porque es difícil predicar con autoridad cuando lo que dices es solamente tú opinión en un mar de ideas e interpretaciones, y aún más difícil es ser congruente con algo que no crees de corazón.


Alguien puede objetar que enseñar sobre el poder de Dios va a hacer que la gente se vuelva huevona (floja en Francés), porque van a querer todo servidito y en la boca, pero recordemos, no hay que engañarnos a nosotros mismos, la enorme mayoría de personas se morirían de hambre si intentan multiplicar un bolillo, la incredulidad y falta de fe es tan común y tan arraigada en la mente de la gente que intentar vivir por fe se vuelve una irresponsabilidad.


Primero intenta conseguir un trabajo por fe, después intenta conseguir un trabajo decente por fe, y ya si lo logras, puedes intentar vivir de tu ministerio por fe, con los cuervos trayéndote pan como a Elías; pero siendo realistas (realistas respecto a nosotros mismos, la gente, no respecto a Dios, porque para él nada es imposible) quizás no tienes fe ni para conseguir una entrevista en la tienda de la esquina, ¡Ya borra esos sermones de incredulidad y ponte a leer autores de fe si no quieres seguir así!


No estoy diciendo que todas las respuestas de Dios son impresionantes e instantáneas, es cierto que Dios interviene en distintos niveles para hacer que suceda lo que le pedimos, a veces es directo, con un milagro, y a veces es más indirecto, quizás dándonos mucha sabiduría o revelación (como José y Daniel con los sueños) o desencadenando pequeños eventos diarios que den el resultado deseado (Como la prosperidad de Jacob en Génesis 30), pero una vez más, la fe es clave hasta en cómo se consigue la respuesta.


La mujer con el flujo de sangre estaba convencida (tenía fe) de que si tocaba la ropa de Jesús, sanaría. Lo normal era ir con Jesús, esperar tu turno, y pedírselo personalmente, pero la mujer tenía fe de que sanaría inmediatamente sin preguntarle a Jesús, y así fue.


Lo mismo con el centurión: lo normal era pedirle a Cristo que sanara, caminar un rato, esperar a que Jesús fuera al cuarto donde estaba el enfermo, sacar a la gente, y después obrar el milagro, pero el centurión tenía tanta fe que solicitó sanidad inmediata en ese mismo lugar, Jesús reconoció su convicción y se lo concedió.


Estos ejemplos nos muestran a dos personas que se saltaron las reglas y hasta la opinión de Jesús para obtener lo que deseaban, y no solo lo que deseaban, sino justo de la manera y en el tiempo en el que lo querían, porque tenían una gran fe.


"¡Los tiempos de Dios son perfectos!" Es una frase muy bonita, Jesús nunca la pronunció, pero sí dijo “Te sea hecho conforme a tu fe”. ¿Qué respuesta quieres recibir?


Otra enseñanza que quiero dar es que Dios no está para frustrarnos. Si pides con fe, vas a tener lo que pides, así sea que caiga del cielo y aterrice en tu tendedero, o que las coincidencias se den; y Dios de ninguna manera va a ordenar todo para que cuando estés a punto de obtenerlo, necesites hacer algo que te paralice de miedo, o que no te sea posible a pesar de tu fe. No, la respuesta viene en paquete, Dios provoca los sucesos, toca los corazones, y te da las habilidades (hasta el ánimo) para hacer lo que te toca, lo que sea necesario para que lo logres. Lo que puede pasar es que nos falte fe para empezar, y por eso nos dé tanto miedo dar un paso, y nos hundamos, como Pedro cuando caminó sobre el agua, Cuando Jesús lo sostuvo, le dijo, "Tienes tan poca fe", no era que Pedro tuviera mucha fe pero Dios lo dejó hundirse, sino que tenía poca fe, y no le alcanzó para enfrentar el viento y las olas.


Piensa en esa respuesta que estuviste a un pasito de obtener y no lo lograste. Quizás llegaste a la recta final pero viste a qué te estabas enfrentando y tuviste miedo. Quizás pensaste que ya era muy tarde. Eso me dice que no tenías toda la fe que creías, porque si estabas convencido de que Dios iba a darte la victoria, no te hubieras dejado influir por las circunstancias. igual que Pedro, él estaba haciendo algo que no era posible ni con toda su experiencia en el mar, pero Dios era el que lo sostenía. Nadie puede caminar sobre el agua, ni siquiera cuando está calmada, ¿entonces por qué tuvo miedo cuando vio la tormenta? Si Dios ya estaba obrando un milagro sobrehumano, el viento fuerte no era ningún problema, pero Pedro no estaba tan convencido, así que se hundió.


Ahí es cuando se revela que nuestros "pasos de fe" a veces son pasos de incredulidad, porque cuando todo va bien decimos, "Dios me está ayudando", pero cuando hay una amenaza, nos morimos de miedo, ¿No que Dios te estaba ayudando? Más bien tú estabas haciendo todo con tus propias fuerzas y fingiendo pal testimonio, ahorita que se está presentando algo que supera tu habilidad o tu conocimiento, piensas que ya todo se lo cargó el payaso, no tenías fe en Dios para empezar, solo se te cayó la máscara.


Fe, fe, fe, plena convicción, esa es la solución, pero para una generación incrédula y perversa es el mayor problema del mundo. Por eso tanto sermón que en vez de decirte lo que Dios sí puede hacer, te acribilla con listas de lo que no va a hacer; que te enseña que tener gran fe solo es aguantar, y no vencer.


Sueno muy crítico, pero este rigor con el que corrijo y exhorto es igual al que uso conmigo mismo. Tengo muchos testimonios inspiradores, me gusta mucho mi vida, y soy destacado donde quiera que vaya, pero cuando tengo fallos, no doy cabida a la auto-compasión ni a la amargura, ni al victimismo, tampoco me consuelo pensando que los fracasos fueron la voluntad de Dios, sino que soy sobrio y acepto que los tuve por mi falta de fe, o falta de conocimiento, y en algunos pocos casos por mi pecado. Me concentro en enderezar mi camino, estando convencido de que en la medida en la que lo haga, mi vida será todavía mejor, porque Dios es fiel a su palabra.


Si no lo crees, que no te sorprenda que dejas de tener interés en leer tu Biblia y orar. Si las promesas que lees en ella y las maravillas que suceden ahí no tienen nada que ver contigo, estoy de acuerdo, estás perdiendo tu tiempo, todos tus ayunos han sido un ritual de hambre, tus oraciones han sido un monólogo, tu lugar en la iglesia es una membresía en un club social, y si estudias teología, no eres más que un nerd religioso, porque sin fe es imposible agradar a Dios, y si has hecho estas cosas por años para que no hayan tenido ningún impacto positivo en tu vida -ya ni hablamos de un impacto milagroso- te hubiera convenido más invertir tu tiempo en algo más.


Así que empieza a dejar esas ideas tan incrédulas, que tu primer paso de fe sea asegurarte de que estás obedeciendo los mandamientos de Jesús -o al menos esforzándote por hacerlo- y leer tu Biblia pensando que puedes vivir lo que Dios te ha prometido, que puedes ser como los héroes de Hebreos 11, que en un futuro podrás hacer caer fuego del cielo, parar la lluvia, convertir a miles, o simplemente pasar ese examen que tanto sueño te ha quitado.



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