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Sanidad: Voluntad del Hombre

Adaptado por Jacobo Santín de “Healing: The Will of Man” de Vincent Cheung

 

INTRODUCCIÓN


Obtenemos sanidad por medio de la fe en Dios, a través de Jesucristo, conforme a la voluntad del hombre. Eso es lo que dicen las Escrituras sobre el tema, de forma resumida, y lo presentan así sobre todo en el ministerio de Jesús. Los falsos maestros insisten en que Dios puede sanar si es su voluntad, y normalmente no lo es. Como respuesta, los maestros cristianos que tienen fe en Dios para sanidad refuerzan mucho la idea de que Dios siempre quiere sanar. Ellos muestran cómo Jesús hablaba de la benevolencia y paternidad de Dios, que la voluntad de Dios dirigía la obra de Jesús, incluyendo su ministerio de sanidad; que Jesús mismo era la voluntad de Dios en acción, y que él siempre estaba más que dispuesto a sanar. Jesús siempre estaba dispuesto -hasta obsesionado- con sanar a los enfermos, y nunca rechazó a alguien que se acercara a él con fe.


Claro, los maestros y defensores de la sanidad milagrosa tienen razón al decir que sanar es la voluntad de Dios, y yo soy feliz de enseñar de esa manera. De hecho, he planteado muchas observaciones y argumentos sobre la voluntad de Dios para sanidad que ellos no habían considerado antes. Pero el error es que han dejado que los falsos maestros controlen cómo se presenta este tema, han hecho muchas concesiones. Los herejes han concretado la forma en la que todo el mundo cristiano aborda este tema, pero Las Escrituras abordan el tema de una forma diferente, lo que significa que los herejes han deformado y debilitado el ministerio de sanidad. Han puesto un obstáculo entre el deseo y el resultado, y los cristianos lo han aceptado, prefieren ayudar a la gente a saltar sobre el obstáculo en vez de destruirlo.


Los que enseñan sobre sanidad dicen que lo más importante para que la gente pueda recibir cualquier cosa de parte de Dios es convencerlos de que ese algo es la voluntad de Dios para ellos. Pero piensan así solamente porque sus contrincantes lo han convertido en el aspecto más importante, cuando en verdad es algo que no se encuentra ni en la Biblia ni en el ministerio de Cristo. Se lamentan de que las tradiciones humanas enseñan que no siempre es la voluntad de Dios sanar, y que cuando la gente duda sobre si la sanidad es voluntad de Dios, eso les impide recibir sanación. Por lo tanto, sienten que deben hacer un énfasis en la voluntad de Dios sobre la sanidad, pero ese no es el enfoque Bíblico. Cuando leemos sobre el ministerio de Jesús y los apóstoles, nos damos cuenta de que la voluntad de Dios es prácticamente irrelevante.


Cuando los enemigos de Cristo inventan un conflicto para atacar la doctrina Bíblica, podemos responderles en sus propias palabras para probarles que tenemos respuestas a sus objeciones, pero después debemos de volver a la manera en la que debemos presentar la doctrina en primer lugar, en vez de dejar que los ataques contra la Palabra de Dios moldeen nuestra forma de abordarla. Hoy en día “Tener fe” significa creer en la disposición de Dios, su disposición para hacer lo que ya dijo desde un principio. Esto es absurdo. La Biblia no lo cuenta de esa manera, sobre todo cuando se trata de sanidad. Ese enfoque no se ve por ningún lado. El enfoque está en la voluntad del enfermo, y su deseo. ¿Acaso Dios quiere sanar? Si esa es la pregunta, la respuesta es Sí. ¿Pero esa debería ser la pregunta? De acuerdo con la forma en la que las Escrituras hablan de la sanidad, la respuesta es No, esa no debería ser la pregunta, ni siquiera lo deberíamos mencionar.


La voluntad de Dios para sanidad es una pregunta artificial, es un fraude y una trampa teológica. Los cristianos nunca se debieron clavar tanto en eso, ni siquiera para responder a las objeciones. Si leyéramos los Evangelios sin meterles temas que no mencionan, la pregunta de si la voluntad de Dios es sanar nunca surgiría. Podríamos leer todos los Evangelios y Hechos y la pregunta ni nos cruzaría la mente. Jesús era el teólogo supremo de la soberanía de Dios. Él dijo que ni un pajarillo cae a tierra fuera de la voluntad de Dios, Él dijo que nadie podía venir a Él para ser salvo si Dios no lo llamaba, Él hablaba como alguien que estuvo con Dios desde el principio.


Pero cuando se trataba de sanidad, las únicas veces que Jesús mencionaba una voluntad, era la voluntad del hombre. Cuando hablaba específicamente sobre la fe, la oración, y la sanidad, se enfocaba en la voluntad del hombre. Este tema de la voluntad de Dios para sanidad no fluye naturalmente de lo que leemos en la Biblia. Hombres incompetentes y en rebeldía espiritual han tomado el compromiso de Dios con la sanidad y lo han dividido a la fuerza entre la habilidad de Dios y la voluntad de Dios sobre el asunto, para después debilitar la categoría artificial de la voluntad de Dios para sanar a los enfermos. Se inventaron un problema fantasma, para después atacar la doctrina sobre esa base. Es una dificultad fabricada.


Nunca dejes que los enemigos de Jesús escojan el campo de batalla.

Claro, podemos ganar en cualquier sitio, pero una victoria en el lugar equivocado solo trae beneficios limitados. Si estas en un torneo de lucha libre en un estadio, de nada te va a servir jugar volibol y vencer al otro equipo en el estacionamiento. Si nos quedamos en el campo de batalla incorrecto, y debatimos sobre el asunto equivocado, hasta si ganamos cada enfrentamiento, seguirá habiendo una perspectiva distorsionada sobre la doctrina.

Osea, ahora pensamos que tenemos que jugar volibol para ganar el trofeo de lucha libre. Bienvenido al mundo de la locura religiosa.

Si debemos pelear en el territorio de los herejes, no hay que quedarnos ahí cuando les ganemos, hay que regresar al lugar indicado, sin importar si los críticos no van también. Debemos presentar las enseñanzas de la Biblia justo como la Biblia las presenta para beneficiar lo más posible a los que nos escuchan.

La dicotomía entre el poder de Dios y la voluntad de Dios para sanar a los enfermos es exagerada, es más, inventada. Cuando los cristianos afirman las pre-suposiciones de los críticos sobre asuntos indispensables de doctrina, y después intenta probar sus posiciones bajo esos términos, lo hacen más difícil para ellos mismos, y más difícil para los enfermos que quieren recibir sanidad.


AVISO

Antes de continuar, déjenme hacer una aclaración. Aquí voy a repetir mis explicaciones sobre la diferencia entre la trascendencia y la inmanencia divina, entre decreto y precepto, entre causa actual y causa aparente, o entre metafísica, soteriología, y misiología. No vamos a considerar los aspectos metafísicos del tema, y no vamos a abordar los argumentos y pasajes bíblicos que la secta de la incredulidad usa para apelar a la voluntad de Dios o su soberanía para pasar por alto sus propias promesas y mandamientos. Nadie me puede criticar por esto, porque en otros lugares he dado explicaciones a fondo sobre la soberanía de Dios, y he contestado a los argumentos más comunes y los pasajes Bíblicos más explotados por los que quieren usar esas doctrinas para justificar su incredulidad. Ya nos sabemos esos argumentos, ya no sabemos esos versos. Ya los he tratado y refutado la forma en la que abusan de ellos. Ahora toca prestarle atención a la perspectiva de Jesús.


Hago esta aclaración a regañadientes porque sirve para prevenir las objeciones tontas que voy a recibir, es para cubrirme las espaldas, y que los ignorantes no piensen que no conozco contraargumentos, o que los distraídos piensen que no me doy cuenta de los pasajes Bíblicos que consideran ejemplos contrarios a lo que digo. Ya me los sé, y ya los he respondido, me voy a aguantar las ganas de repasarlos acá. El simple hecho de mencionar esto es una concesión porque mientras más tiempo le invierto, más afecto mi propio objetivo, que es traer nuestro enfoque a la forma y el énfasis del ministerio de Jesús, así como su doctrina de sanidad, fe, y oración.


Cuando la Biblia nos presenta la doctrina de la sanidad, especialmente en los Evangelios, no habla en el nivel del poder metafísico de Dios, sino en el nivel de la fe y experiencia del hombre. Cuando me dirijo a una audiencia culta y espiritual, no necesito hacer este recordatorio, pero me estoy dirigiendo a una audiencia mixta que incluye gente estúpida y sesgada que se considera experta y defensora de la ortodoxia, individuos que han heredado siglos de engaño teológico y necedad. Aun así, me niego a permitir que los puntos usuales y el debate -que ya he respondido- me distraigan de mi propósito principal.


La Biblia dice “Elige, pues, la vida” (Deuteronomio 30:19) Así que nosotros también declaramos “Elige, pues, la vida.” Debemos poder decir esto sin tener que andar reafirmando lo que la Biblia dice sobre la soberanía de Dios. Pedro dijo, “Sálvense de esta generación perversa” (Hechos 4:20) Así que nosotros también decimos “Sálvense.” Debemos poder decir esto sin tener que aclarar que no pensamos que los hombres se pueden salvar sin Dios, y viceversa, cuando nos referimos a lo que la Biblia dice sobre la soberanía de Dios, no tenemos que andar explicando los cientos y cientos de versos que dicen cosas como “Elige la vida,” o “Sálvense,” y tener que repetirlo a cada rato. Si Pedro no tenía que cuidarse las espaldas para evitar críticas injustas, yo tampoco tengo por qué cuidarme las espaldas para evitar críticas injustas.


Pero muy seguido nos exigen hacer eso mismo. Mientras más tonterías hay en un tema, la discusión se vuelve más caótica, porque los que están muy interesados en debatir controversias no tienen la capacidad de comprender toda la información Bíblica relevante. Les interesa más hacer objeciones, y no podemos contar con que tengan conocimiento o habilidad para razonar. Es como si tuviéramos que repetir toda una librería de contenido cada que quisiéramos expresar algo sobre el tema que estamos discutiendo. No son competentes, solo están obsesionados. Si los críticos nos atacan cuando hablamos en términos Bíblicos con los que no están familiarizados, significa que están tan clavados en su obsesión teológica que no admiten el propio lenguaje de la Biblia. Están descalificados. Ya madura, para que podamos avanzar en vez de quedarnos en el mismo lugar, en el mismo debate, y la misma incredulidad para siempre.


No estamos discutiendo la soberanía de Dios. Mi formulación de esa doctrina es más consistente, más precisa, y más absoluta que la de los demás, tanto que amenaza a los supuestos guardianes de la doctrina. Pero ahorita no quiero hablar de eso, porque la Biblia no habla de eso cuando se trata de la sanidad, la fe, y la oración. El error común es estar de acuerdo con la soberanía de Dios, y de ahí sacar inferencias y aplicaciones falsas. La suposición más común es que, como Dios es soberano, no sabemos lo que va a pasar hasta que sucede, sin importar si tenemos fe para un resultado en específico. La aplicación correcta es que, como Dios es soberano, puede cumplir su Palabra, para que cuando tengamos fe, podamos saber qué va a pasar, y esperemos el resultado deseado. El poder soberano de Dios nos garantiza la victoria. Pero aun después de todo este tiempo seguimos hablando de la voluntad de Dios. Si no somos cuidadosos, vamos a permitir que los falsos maestros dicten los términos con los que vamos a discutir cada tema. Ese es un bache de la polémica y apologética cristiana. Hay que detener esta necedad y seguir adelante; si alguien se niega a ver la verdad que le ponen en frente y la resiste, va a perder hasta lo que piensa que tiene. (Lucas 8:18)


La voluntad de Dios es la razón para el éxito, no la excusa para el fracaso. La soberanía de Dios garantiza que voy a recibir más de lo que merezco, no menos de lo que ha prometido. Es una doctrina hermosa y victoriosa. Honra a Dios en todas las formas, afirma sus promesas y mandamientos, y beneficia a la gente de fe. Esta es la diferencia entre la doctrina de la soberanía que yo enseño desde Las Escrituras, y la versión normal de la secta histórica y ortodoxa. Incluso si relacionamos la voluntad de Dios con la sanidad, debe ser administrada por las manos de la fe; si no, sería mejor seguir el ejemplo de los Evangelios y Hechos, no mencionarla en absoluto.


PODER DE DIOS

Habilidad y capacidad

La habilidad de Dios es equivalente a su disposición en el contexto de una relación de redención o una misión de redención. No nos referimos a la dirección en la vida o el ministerio, que puede ser específica para cada individuo, sino a cosas como respuestas o milagros de parte de Dios. Cuando hablamos de los beneficios de la redención y los poderes de la misión (podemos ministrar sanidad y profecía hasta para los incrédulos, como testimonio para ellos), la diferencia entre la habilidad de Dios y su disposición ha sido exagerada, hasta inventada por completo.


La teología cristiana ha hecho una dicotomía grave entre las dos cosas, tanto que le han quitado cualquier importancia a la capacidad de Dios. La secta histórica ortodoxa se porta como si el hecho de que Dios es capaz de algo no significa nada, sino que solo la voluntad de Dios importa, y nunca podemos saber la voluntad de Dios hasta que algo ha sucedido. Esto, claro, vuelve irrelevante la fe. Y esa es la intención real, los sectarios no tienen fe, pero no quieren que los exhiban.


Los autores de la Biblia constantemente ligaban la capacidad de Dios con su voluntad. No hacían una división tan marcada entre “Dios puede” y “Dios quiere”, de manera que tuvieran que mencionar las dos para indicar que algo va a ocurrir. En muchos contextos, mencionar una es afirmar la otra. No se refieren a la capacidad de Dios en una forma en que la discusión no progresa hasta que también sacamos a colación la voluntad de Dios. Decir que Dios es capaz implica tener confianza en el resultado. Precisamente porque él es capaz, el resultado que deseamos está garantizado.


Por ejemplo, Pablo escribió, “¿Quién eres tú para juzgar al siervo de otro? Para su propio señor está en pie o cae, pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerlo estar firme.” (Romanos 14:4) El hecho de que Dios es poderoso para hacer que una persona esté firme se traduce en confianza de que esa persona estará firme. Pablo no tenía que añadir, “Si es su voluntad.” Si Dios es capaz de, el hombre va a. Pero si invocamos la forma en la que secta de la incredulidad piensa sobre la sanidad y la aplicamos aquí, esa confianza no tendría ningún fundamento. El resultado sería abierto y desconocido. Bajo el estándar de la secta de la ortodoxia incrédula, la declaración de Pablo sería falaz.


Pero es poco probable que los miserables religiosos le avienten “Si es su voluntad” a este verso, porque se refiere a algo con lo que no tienen problema, o algo con lo que su incredulidad y fracaso se puede esconder. Así que, aunque no creen que Dios los hará estar firmes como creyentes -o como pasa muy seguido- si ni siquiera han sido creyentes verdaderos, declararían con valentía este verso sin meterle “Si es su voluntad,” se mantendrían a cubierto. Pero cuando se trata de sanidad, sí meten “Si es su voluntad.” Lo dicen porque quieren gritar “¡Dios puede sanar!” como si tuvieran fe, pero le añaden, “Si es su voluntad,” porque en verdad no tienen fe.


Si fueran congruentes, deberían decir que el argumento de Pablo no nos da ninguna confianza, aunque el apóstol mismo estaba muy confiado. Osea, tendrían que decir que Pablo estaba mal, y llamarlo un novato teológico o un hereje, como les gusta llamar a los que siguen a Jesús y sus enseñanzas sobre sanidad. De otra manera, tendrían que decir, “Va a ser sanado, porque el Señor es poderoso para sanarlo.” Tendrían que decir que la habilidad de Dios nos asegura ese resultado, pero no pueden ser congruentes, porque todo su sistema teológico es un programa de incredulidad, rebelión, y tradición.


Y Pablo lo hace de nuevo, porque escribe, “Y Dios me eligió para que sea predicador, apóstol y maestro de esta Buena Noticia, por eso estoy sufriendo aquí, en prisión, pero no me avergüenzo de ello, porque yo sé en quién he puesto mi confianza, y estoy seguro de que él es capaz de guardar lo que le he confiado hasta el día de su regreso.” (2 Timoteo 1:11-12) Osea, Pablo estaba convencido de que “Él es capaz.” ¿Eso qué? ¿Acaso no sabe que Dios solo hace algo “Si es su voluntad” también? Para Pablo, la capacidad de Dios para preservar el legado del Evangelio era suficiente para garantizar el resultado. Nunca se molestó en demostrar que también era la voluntad de Dios. Él podría decir que Dios es capaz de tal cosa o que Dios va a hacer tal cosa, nunca hizo una distinción para después satisfacerla, pero para nuestros teólogos idiotas decir “Dios es capaz de sanar” no significa nada, han introducido la variante “Si es su voluntad” en la ecuación. ¡Lo que es no comprender el lenguaje Bíblico de la teología en su nivel más básico! Esas personas son una basura como intelectuales, fracasos totales como maestros y líderes, deshonran a Dios y presentan mal el Evangelio, hacen todo peor para los demás.


Judas también habla en términos de la habilidad de Dios, “Y a aquel que es poderoso para guardarlos sin caída, y presentarlos sin mancha delante de su gloria con gran alegría.” Mi corazón salta de gratitud y certeza. Los apóstoles y yo hablamos en el mismo idioma, así que cuando leo esto, pienso, “Dios me guardará sin caída, ¡y me presentará sin mancha!” ¡Gloria a Dios! Sería una insolencia murmurar, “Ajá, solo si es su voluntad.” Pero esa es la herencia satánica de la secta histórico-ortodoxa. Este es el tipo de cosas que los teólogos y predicadores hacen cuando se trata de cosas que no quieren que creas, como oraciones eficaces y sanidad milagrosa. Y les pagas por hacerlo.


¿Quieres más? “Debido a que él mismo ha pasado por sufrimientos y pruebas, puede ayudarnos cuando pasamos por pruebas.” (Hebreos 2:18) Tu pastor dice: “Dios puede sanar a quien él quiera, y te va a sanar si es su voluntad.” Pero el idiota usaría el verso que acabamos de leer para animar a la iglesia, asegurando que Dios ayudará a los que son probados. El domingo siguiente, cuando use el verso por enésima vez, párate y confróntalo, “¡Ajá! Pero solo si es su voluntad.” Hazlo cada vez que apele a la capacidad de Dios para exhortar a la gente, a ver si le gusta. “¿Puede ayudarnos cuando pasamos por pruebas? Solo si es su voluntad ¿Verdad? ¡Pruébalo! Tienes que probar que su voluntad es ayudarnos. Pruébalo para cada persona aquí, una por una. ¡Pruébalo! O si no, estos sermones de tu sucia boca serán inútiles. Prueba que es su voluntad, o sólo sabremos si fue la voluntad de Dios ayudarnos hasta que llegue el final de nuestra vida. ¿Dónde está la certeza? ¿Para esto te pagamos? Deja de perder nuestro tiempo y enseña algo que sí sepas que es la voluntad de Dios.”


Pero el predicador recitará -con su tonito religioso- “Por eso puede salvar —una vez y para siempre— a los que vienen a Dios por medio de él, quien vive para siempre, a fin de interceder con Dios a favor de ellos.” (Hebreos 7:25) ¿Que “Puede salvar”? ¡Bien por él! ¿Qué significa esto para mí si su poder no significa nada a menos que sea su voluntad también? La secta de la incredulidad insiste en que Dios puede sanar, pero incluso si tienes la fe para eso, solo va a suceder “si es su voluntad.” Jesús prometió que Dios nos daría lo que pedimos cuando oramos con fe, pero la secta añade “si es su voluntad.” Entonces ¿Puede el hecho de que “Puede salvar” darme certeza alguna de que va a salvar a alguien, hasta a un individuo que tiene la fe de que Dios lo salvará de una vez y para siempre? ¿Cómo puede ser que su poder/habilidad garantiza una cosa, pero no la otra? Esta es la hipocresía de la secta de la incredulidad y la tradición. Si él “puede” me da la certeza de que me salvará una vez y para siempre (Hebreos 7:25), entonces “puede” me da certeza de que sana totalmente. Si “puede” no significa que él sana, entonces “puede” no significa que él salva.


¿Cómo desenmarañamos esta necedad? Volvamos al lenguaje y la teología de las Escrituras. La habilidad de Dios es equivalente a su disposición en el contexto de una relación de redención o una misión de redención. Esto aplica al poder de Dios para preservar nuestra fe, preservar nuestro legado ¡Y sanar nuestros cuerpos! Aplica a la habilidad de Dios para librarnos de tentación, de apostasía ¡Pero también librarnos de enfermedad! Si seguimos el lenguaje teocéntrico y el razonamiento de los escritores de la Biblia, debemos de concluir que la distinción -histórica y ortodoxa- entre la habilidad de Dios y la voluntad de Dios (sobre sus bendiciones y poder) es un invento satánico.


Con la forma en la que las Escrituras presentan la capacidad de Dios para sanar y salvar, para enriquecer y cuidar, si siquiera debemos de discutir la voluntad de Dios, la carga de la prueba está en los que dicen que no es la voluntad de Dios hacer todo eso en situaciones específicas, no en los que asumen que él lo hará, porque Dios puede. En otras palabras, porque Dios puede sanar, el punto de partida es asumir que va a sanar, y no pensar que solo va a sanar “si es su voluntad,” como si su sanidad fuera una excepción. Pero una vez más, siquiera decir esto es una concesión muy incómoda. Solo es una observación hipotética. La secta de la academia histórica y ortodoxa ha complicado todo y ha puesto obstáculos entre Dios y la gente, entre las bendiciones de Dios y las necesidades de los humanos. Por eso la gente odia la religión.


Abraham

Pablo dijo que Abraham estaba convencido de que “Dios era capaz de hacer lo que había prometido” (Romanos 4:21), y que el resultado estaba asegurado. Esa fe “le fue contada por justicia” (V. 22) Ahora, Jesús dijo, “Todo lo que pidan en oración, creyendo, lo van a recibir.” (Mateo 21:22) Esto también es una promesa, pero la secta de la incredulidad añade “Únicamente si es su voluntad,” dejando el resultado de esa oración en el limbo. ¿Acaso Jesús era tan tonto que no le añadió “Si es su voluntad”? Este tipo de fe no se puede contar por justicia.


Dios le prometió a Abraham que tendría un hijo, y que sus descendientes serían tan numerosos como las estrellas, le prometió que haría su nombre grande. No era una promesa de salvación o justificación como tal, no era un llamado a sufrir como discípulo, era una promesa de sanidad, prosperidad, y gloria para Abraham, y Abraham fue justificado por creer esa promesa. Justo el tipo de mensaje que los falsos maestros acusan de herejía ha sido el fundamento para el llamado de Moisés, la venida de Cristo, y la salvación de los Cristianos. Abraham reconocía que su propio cuerpo y el de su esposa eran viejos y estériles, pero porque Dios dijo que les daría un hijo, las circunstancias naturales se volvieron irrelevantes. Abraham creyó que Dios podía hacer un milagro de sanidad.


Hubiera sido redundante creer que Dios estaba dispuesto a hacer lo que había dicho. Por supuesto que estaba dispuesto, Él lo dijo. Dios dijo, “Abraham, te he hecho el padre de naciones, vas a tener un hijo, haré tu nombre grande.” Imagina que Abraham hubiera dicho, “Yo sé que puedes ¿Pero es tu voluntad?” No tendría sentido, pero eso se ha vuelto un pilar del razonamiento cristiano.

  1. Dios: “Bueno, te acabo de decir que tendrás un hijo.”

  2. Abraham: “Sí, te escuché, ¿pero acaso es tu voluntad?”

¿Vamos a tratar a Dios como un niño? Es aún más absurdo enfocarnos en la voluntad de Dios en el tema de sanidad cuando vemos todo lo que la Biblia dice sobre la naturaleza de Dios, la obra de Cristo, y el ministerio de los apóstoles y discípulos. Hasta intentar demostrar la voluntad de Dios para sanidad se vuelve redundante y ridículo. Abraham creyó que Dios tenía la capacidad de hacer eso que era imposible para el poder humano, eso era fe.


Supón que pido desayuno en un restaurante.

  1. Vincent: “Quiero un omelette con mucha espinaca y champiñón,”

  2. Mesero: “Buena elección ¿Pero estás dispuesto a tener un omelette con mucha espinaca y champiñón?”

  3. Vincent: “Tráeme ese omelette.”

  4. Mesero: “¿Sí, pero esa es tu voluntad?”

Si te tocara oír esta plática, tu sospecharías -y tu sospecha sería acertada- que el mesero el quiere obstruir la orden, no Vincent.

  1. Mamá: “Hijo, por favor lava los trastes.”

  2. Hijo: “Lo haré, si es tu voluntad.”

  3. Mamá: “Deja de hacerte loco y ve a lavar los trastes.”

  4. Hijo: “Sí ¿Pero acaso es tu voluntad?”

Aunque el hijo aparenta tener mucho respeto por la voluntad de su mamá, en verdad está desafiándola descaradamente. No le importa la voluntad de la mamá, es llevado por su propia voluntad rebelde, pero es muy orgulloso y deshonesto para admitir la verdad. Esta es la realidad del supuesto “respeto” por la voluntad de Dios para sanidad. El tema se saca a flote en primer lugar por un desafío latente contra Dios.


LO QUE EL HOMBRE QUIERA

Para el que cree…


El hijo de un hombre tenía un demonio, y los discípulos de Jesús no pudieron sacarlo (Marcos 9:17-18). Jesús dijo que fallaron -no porque no era la voluntad de Dios- sino por su incredulidad (Mateo 17:20). La explicación dependía de la fe del hombre. Les dijo, “Si tienen fe como un grano de mostaza, le dirán a este monte, ‘Pásate de aquí allá,’ y lo hará, y nada les será imposible.” No dijo, “Nada será imposible para Dios,” sino “Nada les será imposible a ustedes,” nada será imposible para el hombre. Oye ¿Por qué me ves a mí? Él lo dijo.


El padre volteó con Jesús y le dijo, “Si puedes hacer algo, ten compasión y ayúdanos.” (Marcos 9:22) A lo largo de todo este rollo, nadie -ni Jesús, ni los discípulos, ni el hombre, ni el hijo, ni el demonio- dijeron nada de la voluntad de Dios. Nos imaginamos que el hombre creía que Dios podía expulsar al demonio, y que el demonio no era más fuerte que Dios. Así que cuando le dijo a Jesús, “Si puedes hacer algo,” no se estaba dirigiendo a Jesús como Dios, sino como a un maestro o profeta (V. 17). Cuando Pedro confesó que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios, Jesús respondió que eso era algo revelado a ciertas personas únicamente, “Esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en el cielo.” Los que iban a Jesús no sabían que él era el Hijo de Dios, o Dios mismo; mucha gente ni siquiera sabía que era el Mesías. Este recordatorio nos va a servir en la siguiente sección.


Jesús le respondió al hombre, “Todo es posible para el que cree.” El contexto era sanidad, así que, aunque esa frase aplica para otras cosas, a fuerza debe aplicar para sanidad. Y para enseñarnos que la fe aplica para todo, Jesús dijo que la fe puede arrancar arboles y quitar montañas. Todos los milagros, todos los casos de sanidad de enfermos y expulsión de demonios son posibles para la persona que cree. Todos los milagros son posibles para el humano, el hombre, no se trata de “si es la voluntad de Dios”, sino más bien “Si el hombre tiene fe.” La secta de la incredulidad dice que esto es herejía. Pero esta es la herejía que Jesús enseñó. Tenemos que decidir quién es el verdadero hereje, y nuestra respuesta va a mostrar si de verdad somos seguidores de Cristo.


No dijo, “Todo es posible para Dios,” o “Todo es posible para mí, porque soy Dios,” tampoco dijo, “Todo es posible, si es la voluntad de Dios.” Ni le dio importancia a nada que tuviera que ver con la voluntad de Dios. Si la voluntad de Dios nunca se consideraba cuando Jesús sanaba a los enfermos ¿Por qué la mencionamos cada vez que tratamos el tema? ¿Por qué se enfatiza tanto, incluso por los que creen en sanidad? Satanás ha ido guiando tanto el desarrollo de la teología y práctica cristiana que cada vez que se habla de esto, ya lo estamos viendo desde una perspectiva contraria a la Biblia. Los cristianos que siguen a Jesús en sanidad están peleando cuesta arriba. Sí, ganamos de todas formas, pero es mejor exponer el fraude y aplanar la montaña.


Jesús hizo que el resultado dependiera del hombre. Él puso la carga en la fe del hombre. Y en privado reprendió a sus discípulos por su falta de fe, pero cuando estaban pasando las cosas, se entendía que estaba hablando de la fe del hombre, no de la habilidad o fe de Jesús, tampoco la de los discípulos. Así que el hombre respondió, “Yo creo, ayuda mi incredulidad.” Hasta en su incredulidad, nunca consideró la voluntad de Dios, ni la mencionó. Nadie en los Evangelios o en Hechos la menciona cuando se trata de sanidad o la oración fe. Y Jesús expulsó al demonio.

“Sí quiero, sé limpio“


Checa esto. Un leproso fue a Jesús y dijo, “Señor, si tú quieres, me puedes limpiar.” (Mateo 8:1-3) Esto era lo más cercano que se podía a preguntar si era la voluntad de Dios sanar, y como Jesús respondió afirmativamente, normalmente los maestros lo usan para respaldar la sanidad Bíblica. Es la única persona que dijo algo que pareciera considerar la voluntad de Dios para sanidad. Pero solo lo vemos así porque ya tenemos la voluntad de Dios en mente. El leproso no se refería a la voluntad de Dios, él se dirigía a Jesús. Para que la petición del leproso se hubiera referido a la voluntad de Jesús como Dios Hijo, hubiera debido tener la misma revelación que Pedro obtuvo sobre la deidad de Cristo, y haberla recibido antes que Pedro.


Así como el padre del hijo poseído no estaba preguntándose si Dios era capaz de sacar al demonio, aquí el leproso no estaba preguntando si era la voluntad de Dios sanarlo. Más bien, preguntaba si era la voluntad de Jesús ministrarle sanidad, osea, si era su voluntad como maestro o profeta, no como Dios. Aun si aceptamos la idea falsa de que el leproso estaba invocando la voluntad de Dios, Jesús respondió, “Sí quiero, sé limpio,” pero entonces tendríamos que suponer que el padre de ese otro pasaje dudaba de la habilidad de Dios, como si un demonio fuera más fuerte que Dios. Él dijo, “Yo creo, ayuda mi incredulidad,” no tenía cero fe. Así como no tiene sentido pensar que el padre estaba preguntando sobre la capacidad de Dios, no tiene sentido pensar que el leproso estaba preguntando sobre la voluntad de Dios.


No era algo raro buscar a un hombre de Dios. Cuando Naamán visitó a Eliseo, el profeta no fue con él, pero lo sanó en una forma que el leproso no esperaba. (2 Reyes 5:9-11) Cuando los reyes de Israel y Judá fueron con Eliseo, el mismo profeta dijo que si no hubiera estado ahí el rey de Judá se hubiera negado a reunirse con el rey de Israel (2 Reyes 3:14). Así que un siervo de Dios puede estar dispuesto o no a ministrar. A veces la gente me pregunta si quiero orar por ellas sobre esto o aquello. No están preguntando si es la voluntad de Dios conceder sus peticiones, más bien están preguntando si yo estoy dispuesto a orar por ellos esas peticiones. Mi respuesta no indicaría si Dios quiere concederlas. Alguien me puede invitar a predicar a su iglesia, y puedo negarme por diversas razones, pero no significa que Dios no quiera que oigan el Evangelio.


Así que nuestra observación sigue siendo cierta, que de todas las personas que fueron sanadas bajo el ministerio de Jesús no hay una sola ocasión en la que los enfermos preguntaron si era la voluntad de Dios que fueran sanos, ni siquiera hay evidencia de que les importara, ni hay un solo ejemplo de que Jesús le pidiera a nadie pensar sobre ese asunto. Este silencio es ensordecedor, porque Jesús enfatizó otras cosas cuando se trataba de sanidad, cosas que él enseñaba como factores que deciden el resultado que obtenemos, y ninguna de esas cosas tenían nada que ver con la voluntad de Dios. Pero espera, como verás, hay lo que parece ser una excepción en la que que Jesús sacó la voluntad de Dios para rechazar una petición de sanidad, pero cuando la persona lo desafió y persistió, Jesús dijo que eso era fe, e hizo el milagro de todas formas. Esto refuerza nuestro argumento aún más. La “Voluntad de Dios” -que supuestamente es lo que define cada caso de sanidad- Era prácticamente irrelevante para el ministerio de Jesús.


Voy a hacer otra aclaración de medio tiempo para la gente sesgada y débil de mente: no estoy diciendo que la voluntad de Dios es irrelevante en sentido metafísico -Dios nunca es metafísicamente irrelevante- Pero la voluntad de Dios es prácticamente irrelevante cuando se trata de sanidad. Prácticamente, es tan irrelevante que ni siquiera se debería de enseñar, cuestionar, o mencionar. Cualquier esfuerzo para hacerlo debe ser solamente para rehabilitarse del engaño que se ha propagado por todo el mundo. Hasta la enseñanza de que la voluntad de Dios es sanar a todos sin excepción es una concesión, cedemos a la presión de un engaño y un énfasis falso. Mejor sigamos el patrón de Jesús.


“¿Creen ustedes?”


Dos ciegos siguieron a Jesús, gritando, “¡Ten compasión de nosotros, hijo de David!” Jesús les pregunto, “¿Creen ustedes que puedo hacer esto?” Ya que lo seguían y le gritaban ¿no sería obvio que lo creían capaz de hacerlo? Creían que era capaz, lo suficiente para acercarse a él con determinación, pero Jesús les preguntó si creían. No les preguntó si creían si era la voluntad de Dios sanarlos, él pidió una confesión de fe, ¿Qué fe estaba pidiendo? Fe en la habilidad de Jesús para ministrar sanidad, no fe de que era la voluntad de Dios darles esa sanidad.

“¿Quieres?“


La gran mayoría de milagros de sanidad fueron iniciados por los enfermos, sin preguntar nunca si Dios los quería sanar, y nunca preguntando si era la voluntad de Dios ministrarles, iban a Jesús con la expectativa de recibir lo que querían, y en algunos casos lo tomaron sin hablar con él siquiera. (Mateo 9:20, 14:36) Así que incluso la disposición de Jesús para ministrar como maestro o profeta a veces era irrelevante a veces.


Jesús inició algunos milagros, en una ocasión se acercó a un hombre que había tenido una discapacidad durante 38 años (Juan 5:5), y le preguntó a ese hombre, “¿Quieres ser sano?” No le dijo, “¿Crees que la voluntad de Dios es sanarte?” ni siquiera le dijo “Sí, la voluntad de Dios es sanarte,” o “Yo quiero sanarte,” no, se enfocó completamente en la voluntad del hombre. No mencionó la voluntad de nadie más. Hoy la gente piensa, “Bueno, ¿Acaso no es obvio que un hombre así desearía ser sano? La verdadera pregunta es si es la voluntad de Dios.” Jesús hizo lo contrario durante su ministerio. El hombre no sabía que Jesús podía darle sanidad, pero estaba esperando un fenómeno existente que le estaba costando aprovechar (el estanque de Juan 5:7). Aún así, su respuesta fue que sí quería ser sano -la voluntad del hombre- y Jesús lo sanó.


Nunca mencionó la voluntad de Dios. Ni siquiera estoy diciendo que Dios siempre quiere sanar, no, estoy diciendo que, basándome en lo que vemos en la Biblia, la voluntad de Dios prácticamente no era tomada en cuenta, no se mencionaba, debatía, o consideraba. Cuando se hablaba de una voluntad, era siempre la voluntad del hombre, del enfermo; es más, la propia voluntad de Jesús no importaba tampoco. Una vez él dijo que iría a la casa de un hombre para sanar a su siervo, pero el hombre le sugirió a Jesús que bastaba con que diera la palabra únicamente, y el siervo sería sanado a distancia (Mateo 8:7-8). Tenía fe, no en la voluntad de Dios para sanar -No hay ninguna señal de que le haya cruzado la mente- sino en la habilidad de Jesús para ministrar. Jesús no dijo, “¿Sabes quién soy? ¡Cómo se te ocurre decirme como hacer mi trabajo!” En vez de eso, se asombró, y obedeció, y lo llamó fe. Él permitió que la fe del hombre y la voluntad del hombre cambiaran su método para realizar el milagro.


Los cristianos siempre andan diciendo que Dios puede, y después se dan de topes preguntándose si Dios quiere, cuando esa pregunta nunca debía ser planteada para empezar, sobre todo cuando se trata de sanidad. Jesús nunca dijo, “Padre, si es tu voluntad, sana a esta persona,” pero de una u otra manera le decía a la gente, “¿Cuál es tu voluntad?” La voluntad del hombre. Nuestros ministerios de sanidad serían mucho más fuertes a la larga si siguiéramos el patrón de Jesús y cambiáramos el enfoque de la gente. ¿Quieres ser sano? ¿Cuál es tu voluntad, la voluntad del hombre?


“¿Qué Quieren?”


Dos ciegos escucharon que Jesús estaba pasando, y gritaron, “Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David.” (Mateo 20:30) La multitud los reprendió, pero ellos gritaban aun más, así que Jesús les dijo, “¿Qué quieren que haga por ustedes?” En otras palabras, “¿Cuál es su voluntad (la voluntad del hombre)?” ¿No era obvio que eran ciegos, y que querían ser sanados? Pero Jesús les preguntó de todas formas, y no les preguntó sobre la voluntad de Dios, sino sobre la voluntad del hombre, y les devolvió la vista.


Hay otro pasaje similar. Un ciego llamado Bartimeo dijo, “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí.” (Marcos 10:47) Jesús le preguntó, “¿Qué quieres que haga por ti?” No le dijo nada sobre la voluntad de Dios, ni nada sobre su propia voluntad como Cristo.

¿Cuál era el deseo del hombre? ¿Cuál era la voluntad del hombre? Bartimeo declaró su voluntad, “Maestro, que recupere la vista.” Jesús reconoció que su actitud tan agresiva y su declaración sobre la voluntad del hombre venía de la fe. “Vete, tu fe te ha salvado.”


“¡Grande es tu fe!“


Una mujer gentil le rogó a Jesús que liberara a su hija de un demonio (Mateo 15:22), Jesús la ignoró y los discípulos la intentaron ahuyentar, pero ella perseveró, y Jesús le respondió, “He sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel.” No era el momento para que los beneficios del Evangelio se desataran en todo el mundo, esto era lo más cercano a una declaración sobre la voluntad de Dios respecto a sanidad, y parecía que no era la voluntad de Dios sanar a la hija de esta mujer. Hasta dijo, “No está bien” quitarle prematuramente lo que le tocaba a Israel y ofrecerlo a los gentiles. Prácticamente Jesús dijo “Dios no me ha mandado a sanarte, no está bien sanarte.”


(Mi declaración de que la voluntad de Dios nunca fue mencionada en los casos específicos de sanidad sigue siendo verdadera, porque Jesús solo aludió a algo, no lo dijo directamente, y era una referencia a la voluntad de Dios en general para el mundo, no una referencia a la voluntad específica de Dios para la hija de la mujer. Lo que Jesús dijo era cierto, pero eso fue antes de que llegara la fe. La voluntad general de Dios para la fe se sobrepone a la voluntad general de Dios para el mundo. Además, también observamos que una buena cantidad de gentiles fueron sanados bajo el ministerio de Jesús.”)


La mujer no era una teóloga, no sabía nada de los debates elevados sobre la soberanía de Dios, no sabía nada de dispensaciones y pactos, no conocía todas las excusas complejas que la gente se inventaba para justificar sus fracasos. Y aunque las conociera, no le importaban. Solo sabía que quería libertad para su hija, y que Jesús se la podía dar. Bien por ella, eso significa que podía saltarse todas las aplicaciones fatales que los intelectuales hacen sobre la soberanía de Dios.


La mujer insistió en que se hiciera su voluntad incluso ante el rechazo de Jesús, aunque parecía que no era la voluntad de Dios sanar a su hija, y que la sanidad no estaba disponible para ella en ese momento. Respondió que, aunque Dios solo había mandado a Jesús a los de Israel, y no era su voluntad que ella recibiera los beneficios del Evangelio en ese momento, hasta las sobras del poder de Dios eran suficientes. Ella creía en la habilidad de Dios, no en su voluntad. Ella decidió que hasta los restos de la mesa de Dios eran lo suficientemente fuertes para conceder su petición, aunque la propia gente de Jesús tenía la sanidad bajo sus narices y ni así la aprovecharon. Esa historia se ha repetido en el mundo cristiano.


Jesús exclamó, “Mujer, ¡Grande es tu fe!” En otras palabras, “Esa sí es fe, que sea hecho conforme a tu voluntad,” la voluntad del humano. Así es como operaban los milagros de sanidad con Jesús y los apóstoles, y como los milagros de sanidad suceden hoy en día. Dios tiene un trato vigente con la fe para darle lo que quiere, sin importar pactos ni dispensaciones. La fe tiene prioridad hasta por encima de los tiempos y planes de Dios. La bendición de la sanidad iba a ser repartida entre los gentiles después de la resurrección de Jesús, empezando por el ministerio de los apóstoles (Hechos 1:8). Era para después, pero la fe podía tomarlo ahora. Hoy en día, los teólogos toman bendiciones que son para ahorita, y las mandan al pasado, o al futuro. Pero que te valga, si tienes fe, puedes tomar lo que quieras ahora.


PEDIRÁN LO QUE QUIERAN


Nuestro tema es la sanidad, pero Jesús tenía este mismo enfoque en la fe del hombre y la voluntad del hombre en sus enseñanzas sobre fe y oración, enseñaba lo contrario a la basura que normalmente se ha dicho sobre estas cosas los últimos dos mil años. La secta de las tradiciones es anticristiana en cuanto a la fe, oración, sanidad, milagros, y toda las bendiciones y poderes del Evangelio.


Jesús dijo, “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen a la puerta, y se les abrirá” (Mateo 7:7). No dijo, “Pidan, y se les dará si es la voluntad de Dios, busquen y encontrarán si es la voluntad de Dios; llamen y la puerta se abrirá, si es la voluntad de Dios.” ¿Y qué tipo de cosas pedía la gente en esos tiempos? Las mismas que la gente quiere en la actualidad, no eran gurús espirituales en esa época, dedicados a la búsqueda de iluminación espiritual, no les interesaba un “nirvana” cristiano, entre otras cosas, querían ser libres de enfermedades y demonios.


Claro, muchos también querían dirección espiritual, adorar a Dios, y seguir el buen camino, pero relegar todas las enseñanzas de Jesús a esa categoría sería una injusticia contra él, y una injusticia a la gente que iba con él por sus deseos comunes y corrientes. Jesús enfatizó la voluntad y la acción del hombre a propósito: “Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; al que llama le será abierto.” La voluntad de Dios no se menciona ni se considera, y la pregunta aquí es ¿Tú pides? ¿Tú buscas? ¿Tú llamas a la puerta?


Adelantándose a la traición de la ortodoxia cristiana, Jesús continuó, “¿Quién de ustedes, si su hijo le pide un pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente?” Estaba corrigiendo la teología y mentalidad pagana de su tiempo, pero la incredulidad nunca cambia. Si alguien decide qué quiere de Dios, Dios no le dará algo diferente, o algo doloroso, o algo contrario a lo que pidió, para después obligar a la persona a fingir que -a final de cuentas- fue un regalo mejor, esa son las tonterías religiosas que la secta tradicional nos ha querido endilgar, pero Jesús los confrontó en su tiempo, y hasta anticipó la incredulidad de nuestra época.


Jesús dijo en otro lugar, “Por eso les digo, todo lo que pidan en oración, crean que lo han recibido, y les será concedido,” (Marcos 11:24) o “Y cualquier cosa que pidan en oración, creyendo, la recibirán.” La secta de la incredulidad le mete, “Sí, solo si es su voluntad,” pero una y otra vez Jesús se esforzaba por enseñar lo contrario, enfocándose únicamente en la fe y voluntad del hombre, y como su doctrina viene de la voluntad de Dios (Juan 7:16, 8:26, 38) significa que la voluntad de Dios es concentrarse en la voluntad del hombre respecto a la fe, oración, y sanidad. La voluntad de Dios es preguntar, “¿Cuál es la voluntad del hombre?” Los que le añaden “Si es su voluntad” son los que rechazan la voluntad de Dios.


Supongamos que Jesús dijo lo que quería decir, exactamente como él lo quería decir, ¿Cómo le hacemos para que los religiosos lo acepten? Si sus palabras no significan nada hasta que las modificamos para acomodar nuestras teorías y fracasos ¿Para qué le hacemos caso desde un principio? Mejor dejemos de fingir que nos importa lo que él dijo. Dejemos a Jesús decir lo que quiso decir, lo dijo tantas veces y de tantas maneras. Dios te da lo que pides, no lo que decide darte arbitrariamente. Dios te da lo que crees, no lo que él decide, sin importar lo que creas. Dios te da conforme a tu fe y conforme a tu voluntad, no conforme a su voluntad.


Jesús hizo de todo para enseñar esta lección. ¿No crees que los intelectuales religiosos y la gente de esa época también afirmaban la soberanía de Dios? Por supuesto que sí, es más, la “voluntad de Dios” estaba más arraigada en sus mentes que en las religiones actuales, mucho más arraigada. ¿No crees que también criticaron a Jesús por enseñar estas cosas? Se estaba exhibiendo a ataques aún más de lo que yo me estoy exhibiendo a ataques y calumnia por repetir lo que él enseñó, pero lo hizo de todos modos, porque es la verdad, y era lo que Jesús quería enseñar. Si no estás de acuerdo con él, renuncia a tu discipulado y desafíalo, pero deja que diga lo que quiere decir, de otra manera no tendría sentido estudiar o debatir lo que dijo.


Dijo en otro lugar, mientras enseñaba de fe, “Si tuvieran fe como un grano de mostaza, le podrías decir a este árbol de moras, ‘Quítate y plántate en el mar,’ y les obedecería.” (Lucas 17:6) Jesús era listo, sabía qué palabras usar, y dijo, “El árbol los obedecerá,”no dijo que el árbol obedecería la voluntad de Dios, sino la voluntad del hombre. No dijo que el árbol obedecería la palabra de Dios, sino la palabra del hombre. También dijo que él solo enseñaba lo que el Padre quería que dijera, así que la voluntad de Dios es enseñarnos que cuando tenemos fe, nuestra situación nos obedecerá a nosotros, la voluntad del hombre. La voluntad de Dios es contradecir a la secta de la tradición e incredulidad que recurre a “la voluntad de Dios” para romantizar la enfermedad, y el sufrimiento, y las oraciones sin responder.


Jesús dijo después, “Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y les será hecho.” (Juan 15:7, ver también Juan 14:13-14, 16:23-24) Claro que tienes que permanecer en Jesús, por supuesto que su Palabra debe de permanecer en ti, para orar como cristiano, debes ser un cristiano ¿O no? Pero si eres un cristiano, si eres un seguidor de Jesús, entonces pide lo que quieras y te será hecho. Pedirás lo que sea tu voluntad, y será concedido conforme a tu voluntad. Si eso no es lo que Jesús quería decir, entonces lo hubiera dicho de forma diferente, pero sí lo dijo de esa manera, y nadie puede cambiar el impacto de su mensaje.


Es curioso que -de todos los personajes de Las Escrituras- Jesús fue el que más énfasis puso en la voluntad del hombre en cuanto a la fe, para la oración, y para milagros de sanidad y milagros sobre la naturaleza. Su énfasis era siempre en la voluntad del hombre y el deseo del hombre, no la voluntad de Dios. Era tan explícito e intencional en este aspecto que parece que sabía cómo lo iban a traicionar nuestros credos, que se la pasan insistiendo en que las cosas son al revés, y que hoy tachan de herejes a los que repiten y siguen sus enseñanzas. Que condenan a Jesús hasta el punto de morir en su nombre, pero sin seguir su doctrina. Siguen sus inventos humanos sobre lo que es la piedad, su Jesús es una proyección de su propio engaño e incredulidad.


QUE SE HAGA TU VOLUNTAD


Satanás es un maestro del engaño y un maestro de la distracción, pero Pablo escribió, “No ignoramos sus maquinaciones.” Al menos yo no ignoro sus maquinaciones, pero otros se han desviado. El enemigo cava un hoyo junto al tema principal, y manipula a todos para que salten en él y peleen entre ellos, así que quien gana sigue en el hoyo y no progresa. Ha inspirado a los feligreses religiosos ha inventarse un campo de batalla sobre la voluntad de Dios para sanidad que nunca debió existir. Si has caído en ese hoyo, gana la pelea en la que estás, pero salte tan pronto puedas, y nunca caigas en la trampa de nuevo.


El verdadero campo de batalla es la fe del hombre y la voluntad del hombre. Jesús puso la carga del éxito y el fracaso para recibir sanidad en el humano únicamente, no en Dios. Debemos creer que Dios puede, sin pensar si Dios quiere, y decidir que de verdad queremos ser sanos, que esa es nuestra voluntad, la voluntad del humano, para recibir sanidad. Esa también es la ecuación para que nuestras oraciones respondidas.


La “voluntad de Dios” que la secta de la tradición exalta como el factor decisivo para ser sano en verdad nunca estaba presente en el ministerio de Jesús y el de los apóstoles, al menos no en el sentido que hemos definido en esta discusión. Los ministerios no entienden lo que la Biblia enseña sobre la voluntad de Dios y cómo se presenta la doctrina de la soberanía divina. Abusan de la noción de la “voluntad de Dios” para justificar su propio fracaso e incredulidad. Se inventan una doctrina de la soberanía de Dios como una herramienta teológica que les permite destruir el significado de las doctrinas y mandamientos de Dios.


Poner un énfasis en la voluntad de Dios para sanidad arrastra a los ministerios hacia una dirección que Jesús no quería que emprendiera nadie, así que el tópico sigue defectuoso, aunque demuestres que Dios sí quiere sanar. Jesús -en vez de sacar a colación la voluntad de Dios- se esforzaba por subrayar la fe del hombre y la voluntad del hombre. ¿Qué es lo que crees? ¿Qué es lo que quieres? Sigue a Jesús en la forma en la que abordas la sanidad, ya sea que la quieras recibir o ministrarla. Enseña que Dios perdona todos nuestro pecados y sana todas nuestras enfermedades (Salmo 103:3). Dile a la gente que tengan fe de que Dios puede sanar, y que es capaz de superar cualquier demonio con la autoridad que nos ha dado, y restaurar el cuerpo de cualquier padecimiento o daño, y es capaz de protegernos de cualquier ataque del diablo o nuestro entorno. Enfócate en la voluntad del hombre, lo que la gente quiera de Dios, lo que quieren recibir o lo que quieran que suceda.


Si la gente está siendo atacada porque la secta de la incredulidad usa “la voluntad de Dios” para difundir dudas sobre la sanidad, refútalos como debe ser, pero no permitas que distorsionen cómo se debe presentar y recibir la doctrina. Regresa al patrón que Jesús enseñó: concéntrate en la fe del hombre y la voluntad del hombre. No estoy diciendo que debemos decirle a la gente que la voluntad de Dios nunca se menciona cuando se trata de sanidad, porque hasta eso sería conceder mucho; yo digo que ni siquiera lo deberíamos mencionar a menos que sea inevitable, quizás cuando estamos ayudando a alguien a recuperarse de un teología de incredulidad y tradición. Predica como Jesús lo hacía, sana como lo hacía Jesús. No necesitas decirle a la gente, “Dios quiere sanarte,” ni siquiera menciones la voluntad de Dios. En vez de eso, rétalos, ¿“Tú quieres ser sanado?” Es simple ¿no? ¿Crees que Dios todo lo puede? ¿Y qué quieres que Dios haga por ti? ¿Es tu voluntad ser sanado? ¿Quieres recibir esto que pides? Que se haga tu voluntad.


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