De Oliver Amorim, a través de Ministério Poder e Liberdade, traducción por Jacobo Santín
Si hay una enseñanza que empieza siendo bíblica, pero que se desarrolla de la forma más aburrida, redundante, y estéril posible, es la de los “Ídolos del Corazón“.
Sí, empieza siendo bíblica. La Biblia sí dice que el pueblo apóstata construye ídolos en su corazón antes de alejarse de Dios. En Colosenses dice que la codicia es idolatría. Es muy obvio razonar que todo pecado supone una forma de idolatría, porque le damos más importancia al objeto de nuestro pecado que a Dios. (Esto es lo más básico de lo más básico, pero hay quiénes piensan que han descubierto el hilo negro cuando dicen esto.)
Pero, como de costumbre, cuando esta enseñanza cae en las manos de gente que no conoce las Escrituras ni el poder de Dios, surgen todo tipo de tonterías.
En primer lugar, ellos recetan un método de introspección enferma para intentar resolver el problema. Ellos pintan la idolatría del corazón como algo tan profundo, tan inescrutable, tan inaccesible, que es como si un incrédulo intentara entender a Dios. pero esa es una herejía psicoanalítica disfrazada de piedad. La Biblia dice que el hombre espiritual sí sabe lo que hay en su espíritu, de la misma forma que él discierne las cosas espirituales y tiene acceso a la mente de Cristo. El asunto no es complicado. La indicación bíblica siempre es obediencia a Dios. Mientras seas obediente a la ley de Dios, no hay pierde. La ley de Dios es clara, completa, explícita, y fácil de entender, no es ningún enigma, código, o rompecabezas.
En segundo lugar, como respuesta a lo que hemos dicho antes, ellos dicen que la idolatría en el corazón puede coexistir con la obediencia a la ley. Dicen que puedes obedecer la ley de Dios muy bien, pero con intenciones incorrectas, para tu propia gloria. ¿Y a quienes ponen como ejemplo de eso? A los fariseos ¡Qué genios! Es como si nunca hubieran leído la Biblia. ¿Acaso los fariseos obedecían la ley de Dios? ¿Dónde dice eso? La época de Jesús nos muestra claramente que los fariseos desobedecían a cada rato, y que su verdadera lealtad era hacia sus propias tradiciones. Eran igual de transgresores que cualquier delincuente, y Jesús los confrontaba igual con la Palabra de Dios, no con discursitos subjetivos sobre ídolos del corazón. La Biblia siempre combate la idolatría del corazón como un pecado objetivo, como una falta de obediencia a la ley. Si quieres saber si hay un ídolo en tu corazón, solo debes revisar tu obediencia a la ley de Dios. Repito, no hay pierde. Si obedeces externamente a la ley de Dios, pero tienes motivos incorrectos en tu corazón, esos motivos deben ser juzgados por la propia ley, en cuyo caso debes adaptar tus motivos a la ley. Es tan simple. Nadie necesita 20 libros o 2,000 páginas para comprender esto.
En tercer lugar, ellos usan esa complejidad innecesaria para destrozar las oraciones de fe. Ellos pretenden que el hombre carnal está tan presente en nosotros, como un fantasma, que el hombre espiritual nunca está seguro. Ellos hacen que el cristiano se sienta esquizofrénico, siempre paranoico consigo mismo, siempre sospechando de sí mismo con cada oración que respira. Eso es enfermo. Es una enfermedad del espíritu. Nunca vas a poder pedirle nada a Dios con una conciencia tranquila, porque quizás haya un ídolo escondido en el rincón más pequeñito del lugar más recóndito de tu alma. Pero la Escritura dice que puedes pedir creyendo que has recibido, y que todo lo que no viene de fe es pecado. Si siempre estás discutiendo contigo mismo cuando oras, entonces siempre serás estéril. Nunca recibirás nada de Dios. Tú único galardón serán tus eternos diálogos de introspección ansiosa.
Si soy soltero y me quiero casar, ¿cómo puedo saber que el matrimonio no es un ídolo de mi corazón? Simple, porque estoy totalmente dispuesto a cumplir la ley de Dios respecto al matrimonio, y porque siempre estaré agradecido con Dios por darme una esposa. Si quiero un millón de pesos para comprar una casa ¿Cómo puedo saber que no estoy idolatrando el dinero? Muy sencillo: porque estoy determinado a seguir toda la ley de Dios sobre el tema del dinero -pagar los diezmos, socorrer a los afligidos, patrocinar misiones, comer y beber con alegría delante de Dios, dejar una herencia para mis nietos, etc. – porque mi corazón está fincado en mi adoración a Dios. La murmuración porque no tengo lo que quiero, o la soberbia y ateísmo porque sí tengo lo que quiero son tres cosas impensables ¿Qué es lo difícil? El examen de conciencia no es complicado. La ley de Dios ya dice todo lo que necesitas saber para agradar a Dios. El Espíritu Santo ya te dio luz para discernir las cosas espirituales. Jesús ya te dio su propia justicia perfecta para que nunca te sientas temeroso de ir delante de Dios. El Padre ya te adoptó, ya te hizo sentar en lugares celestiales, y ya te reveló su inmensa generosidad con todas sus promesas. ¿Dónde está la dificultad?
Echa afuera todo la palabrería sobre los ídolos del corazón. Casi todo lo que se dice sobre eso es -en el mejor de los casos- una forma muy larga y complicada para lograr el objetivo. ¿Introspección? Échala también. Deja de sumergirte en las infinitas capas de tu subconsciente y sumérgete mejor en las Escrituras, en todas sus normas, sus tesoros de sabiduría y victoria. En lugar de pasarte 10 años analizando tu corazón con cualquier asunto, aprópiate de la Palabra de Dios y sigue adelante.
“Pero esdeque el corazón es engañoso y desesperadamente corrupto.” ¡Qué bueno que citas Jeremías! 14 capítulos más adelante dice que Dios pondrá su Espíritu en su pueblo, y escribirá sus leyes en su corazón. ¿Cual es tu verdadera identidad? El corazón carnal sí es corrupto, pero el cristiano tiene la ley de Dios escrita en el suyo ¿De qué lado estás? ¿Tu TULIP precioso tiene solo la letra T? ¿La depravación del hombre natural es más fuerte que toda la redención que Dios obra en nosotros?
Deja ese jueguito. Deja la redundancia. Deja de jugar ping-pong contra ti mismo. ¡Avanza en el nombre de Jesús! ¡Progresa en paz, en gozo, en valentía, en autoridad, en oraciones respondidas, en recepción de milagros, en productividad para el reino de Dios! Porque el Reino de Dios no consiste en Palabras, mucho menos en palabrería psicoanalítica, sino en PODER.